Captura de pantalla 2020-07-13 a las 17.09.14
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Si a usted le agota pensar, huya rápidamente de este escrito y elija una actividad más liviana. Les aseguro que bailar junto al mar, con la persona amada y con una buena banda (“conjunto” se llamaba antiguamente) de música, es mucho más divertido.

¿Pensar? Todos los hombres pensamos. De una manera o de otra nos apañamos para orientar medianamente bien nuestra conducta. Sin embargo, la profesora Josefina Beas en la revista “Pensamiento educativo” (Vol. 15, pág. 16, 1994) afirma lo siguiente: “numerosos autores… han demostrado que existe la tendencia, en la mayoría de las personas, a ser superficiales… a dar argumentos muy pobres y no pertinentes y a carecer de evidencias que avalen sus juicios".

Ahora bien, así como todo el mundo tiene claro que al cuerpo hay que cuidarlo con una alimentación sana y moderada, y con ejercicio frecuente; del mismo modo, la persona requiere de alimento espiritual y de poner a punto su capacidad de pensar y sentir. "La buena presencia es al cuerpo lo que el buen sentido es al espíritu". (Reflexiones y máximas morales, La Rochefoucauld, 67, pág. 33, Titivillus).

Obviamente el pensamiento se entrena y mejora por muy diversas vías: la comunicación cotidiana, la educación formal, la lectura, la literatura, la historia, la ciencia, el cine, los estudios universitarios, etc. “Quien no se haya observado a sí mismo lleva consigo una experiencia que ignora”. Pensamientos, Joseph Joubert, Título XIII, 514, pág. 196, Editorial Península.

Pero no me interesa ahora la filosofía. Solo quiero insistir en la importancia de mejorar la calidad de nuestro pensamiento; en la necesidad de construirlo correctamente.Desmontando dos argumentos, a modo de ejemplo:

Primero:

Una señora va con su hija de doce años por la feria y ven a un vecino que se ha tomado alguna copita de más. Los ojos caídos, los brazos lánguidos, el andar inseguro. La madre afirma: ¡Ese vecino es un borracho! La niña repite: ¡Ese vecino es un borracho! Y cada vez que lo ven por la urbanización dicen: ¡Ahí va el borracho!, aun cuando siempre vaya fresco, sin haber bebido ni una gota de alcohol.

Se trata de un falso argumento (falacia) por datos insuficientes. Se ha partido de un dato particular (una vez borracho en la feria) para llegar a una conclusión general (siempre está borracho). Se ha usado de manera incorrecta el argumento inductivo (a partir de datos particulares llegar a una generalización). Los datos son insuficientes, hay una falta de pruebas; es más, se omiten aquellos hechos desfavorables para la opinión mantenida: el vecino es visto habitualmente en la urbanización absolutamente sobrio. Luego el argumento que ha construido esta señora es absolutamente inválido y, por tanto, falso.

Veamos qué ha sucedido con el pensamiento de esta mujer. En primer lugar, ha volcado un prejuicio, una opinión preconcebida negativa sobre este hombre. Se prejuzga. Es decir, el vecino está condenado de antemano. Es una opinión sobre un vecino que carece de objetividad. "La idea preconcebida induce al error... Cuando se está acostumbrado a servirse de malas razones para demostrar efectos de la naturaleza, ya no se quiere aceptar las buenas cuando se descubren". (Pensamientos, Blaise Pascal, 124 y 123, pág. 48, Editor digital: Tellus).

Posiblemente lo que quiere esa madre es provocar un rechazo de su hija hacia el alcohol. Pero, no sería mejor que le dijera: “Ese vecino nuestro nunca está borracho. Hoy se ha tomado unas copitas de más. Le pueden caer mal. El alcohol en exceso no es bueno para las personas”. Esta forma de argumentar, además de describir mejor la realidad, es más objetivo y está enseñando a la niña a pensar. Es preciso que los niños y los adultos aprendamos a distinguir lo que son datos y lo que son opiniones, lo que son hechos y lo que son juicios de valor. Solo sobre una buena base de datos observables se puede construir una reflexión bien fundamentada.

Casos parecidos de este tipo de pensamiento son: creer que una persona que tiene tatuajes es drogadicta; creer que una persona roba solo por ser de clase baja; considerar que las personas de piel blanca son superiores; que los ateos son personas desorientadas o que las personas religiosas son buenas; que todos los musulmanes son violentos; que los homosexuales son pervertidos, etc.

Segundo:

Me envían un WhatsApp acompañado de una imagen del Sagrado Corazón con el siguiente texto: “Estamos llevando el Corazón de Jesús en procesión virtual. Queremos que llegue a todos los hogares para que nos sane de esta pandemia. Ora y pásalo, por favor”. Obviamente se refiere aquí a la pandemia por coronavirus que ha asolado el mundo durante el año 2020.

Este tipo de pensamiento se manifiesta también en otros parecidos como: rezar u organizar procesiones en tiempos de sequía; rechazar en algunas religiones las transfusiones de sangre; ciertas religiones, como la católica, que están totalmente en contra de los métodos anticonceptivos; dogmas religiosos que indican a sus seguidores que para que una relación amorosa sea bendecida deben estar casado por algún ritual o ceremonia, de lo contrario se infringirían sus reglas; la peregrinación que los musulmanes realizan una vez en su vida a la Meca, o los cristianos a Santiago de Compostela, El Rocío, Lourdes o Fátima.

Lo que me interesa observar en el WhatsApp indicado es cómo se confunden los planos. Abordar un problema tan complejo como una pandemia por coronavirus pertenece al campo de la ciencia, la medicina o la biología, por ejemplo. También ocurre lo mismo con los períodos de sequía. Afrontar un hecho físico, propio de la naturaleza, con oraciones o procesiones es, simplemente, confundir los planos. Si quiero hablar de gastronomía no sería lógico hacerlo desde el reglamento que rige los partidos de fútbol. No tendrían nada que ver, ¿verdad?

Ya desde Tomás de Aquino se empieza a distinguir entre razón y fe. Y es con Kant donde, a mi parecer, quedan definitivamente distinguidos ambos planos: la ciencia y la creencia. Aunque en el ámbito personal aparezcan mezclados en no pocas ocasiones, en el espacio de las ideas hay que distinguirlos con nitidez, porque, de lo contrario, ambos ámbitos pierden rigor y autenticidad. Pongamos un caso no idéntico, pero sí parecido. Conocí a una señora que había puesto toda su confianza en la homeopatía. Le apareció un cáncer de mama y, consecuente con su idea previa, quiso curar su enfermedad con la homeopatía y no con la medicina moderna. Obviamente, falleció.

Durante la Edad Media se afirmaba que “los objetos caen porque hay ángeles que los empujan hacia abajo”. La conclusión “los objetos caen” es relativamente cierta, aunque no existe un argumento válido para aceptar la premisa de la existencia de los ángeles y tampoco de que éstos empujen los objetos. En esta línea, entronca la actual discusión entre creacionistas y evolucionistas sobre el origen del mundo y su evolución.

Los primeros son corrientes ultraconservadoras que niegan las evidencias descubiertas por los científicos.

Todos estos pensamientos se caracterizan por su dogmatismo. Representan una visión de la vida bajo un esquema cerrado que se presenta como la única verdad válida, y sus preceptos y principios son indiscutibles para quienes lo practican. Todo dogma es un pensamiento mal construido y, por tanto, falso.

La misma falta de atención a la ciencia la podemos ver en los que acuden a los curanderos, a los videntes, a los echadores de cartas, o los que se creen a pie juntillas la astrología (en lugar de la astronomía) y los horóscopos. Todos estos pensamientos se basan en la superstición, en creencias que no tienen un fundamento racional.

Algunas notas de un pensamiento de calidad:

Pensamientos de alcance medio (el complicado equilibrio entre el hecho y las ideas, entre el dato y la generalización):

Un dato aislado no permite hacer una generalización; una idea general no es válida si no está contrastada con suficientes datos. El equilibrio entre lo propio y lo común, entre lo individual y lo colectivo, entre lo concreto y lo abstracto, entre lo contable y lo no contable, entre lo simple y lo complejo, exige de un arte de filigrana. Pero es la única manera de pensar con cierta calidad. Es pasar de lo cuantificable a lo interpretativo. Es ajustar nuestro discurso vivo al decurso de la historia viva. Es el equivalente a lo que en el campo de las ciencias sociales se llama teorías de alcance medio.

“… cuando se quiere probar una cosa general hay que dar la regla particular de un caso; pero si se quiere demostrar un caso particular habrá que empezar por la regla general”. Pensamientos, Blaise Pascal, 67, pág. 26, Editor digital: Tellus.

“Para conocer bien las cosas es necesario conocerlas hasta en sus menores detalles, y cómo estos son casi infinitos, los conocimientos siempre son superficiales e imperfectos”. (Máximas morales, La Rochefoucauld, 106, pág. 37, Editor digital: Titivillus).

Espíritu asertivo y espíritu crítico:

De un tiempo a esta parte no comprendo por qué en todas las leyes de educación, independientemente del partido que gobierne, aparece siempre de manera exclusiva el espíritu crítico. Seguramente será la vagancia de los administradores que copian de unas leyes a otras. Recuerdo que, en un encuentro de profesores, Victoria Camp expuso la necesidad del espíritu crítico pero matizaba que no había que convertir a los alumnos en unos marcianos. Fue su expresión textual. Yo creo que un pensamiento equilibrado se mueve entre lo asertivo (el asentimiento, la conformidad, la adhesión…) y lo crítico (el examen, el juicio, la opinión…).

“… se ven espíritus inquietos, y sin madurez de juicio, que admiten sucesivamente todas las opiniones, o se dividen entre las contrarias, sin atreverse a decidir". (Reflexiones y máximas, Vauvenargues, DV, pág. 143, Ed. Renacimiento).

El criterio es firme, la opinión flexible:

El criterio se basa en unos principios o normas que tiene el individuo para opinar o juzgar sobre un asunto, para adoptar una decisión, para distinguir lo verdadero de lo falso, lo que tiene sentido de lo que no lo tiene. Estos principios, fruto de una reflexión personal, se encuentran bien establecidos en el sujeto. Por tanto, no son variables.

Cuando la persona se acerca a la realidad en la interacción con otros hombres, hay un intercambio de opiniones sobre cualquier asunto que presentan múltiples matices. Es aquí donde se produce una cierta flexibilidad y, al mismo tiempo, un enriquecimiento de los principios.

El genial Groucho Marx se expresó sobre esto con un afán provocativo y humorístico en una frase célebre: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”.

“¿Me contradigo acaso? /Muy bien, pues sí, me contradigo/ (Soy amplio, contengo multitudes.)” (Leaves of Grass, W. Whitman, 55, Broohlyn, 1855).

"Los espíritus falsos cambian de máximas frecuentemente". (Reflexiones y máximas, Vauvenargues, CVIII, pág. 41, Ed. Renacimiento).

"Deja a un lado la opinión de los hombres: es siempre oscilante y se divide yendo de una parte a otra". (Epíst., Séneca, pág. 503, Ed. Gredos-Titivillus).

Pensamiento y sentimiento:

Lo deseable es pensar sintiendo y sentir pensando. Para no caer en una locura quijotesca o en un sentimentalismo estéril. El hombre no es una máquina lógica desconectada de la vida. En sus vivencias se unen, están mezclados los pensamientos y los sentires (amor y odio, afinidades y diferencias, delicadeza y maltrato… actitudes y valores). Aquí es donde se incardina la utilidad del pensamiento para tener una vida mejor. Es el camino para luchar contra los prejuicios y los estereotipos. Hablamos de pensamiento moral no en el sentido de recetas morales contra lo pecaminoso (moralina) sino de reflexión de la persona para conseguir desarrollar toda su potencialidad y alcanzar el máximo de gozo posible en la vida. Poner en juego los sentimientos es también una vía de acercamiento al arte para enriquecer nuestro espíritu.

"La razón y el sentimiento se aconsejan y se suplen alternativamente. Quien solo consulta a uno de los dos y renuncia al otro se priva desconsideradamente de una parte de los auxilios que nos han sido dados para guiar nuestra conducta" (Reflexiones y máximas, Vauvenargues, CL, pág. 51, Ed. Renacimiento).

Pensamiento propio:

He aquí la tarea más difícil para la persona: Forjar un pensamiento sobre las cosas de carácter personal, íntimo. Es el único camino para tener personalidad. Es elaborar una opinión personal entre las múltiples opiniones del mundo. Es una seña de identidad de los buenos escritores. Tener voz propia.

Se trataría de ser librepensadores; personas que se guían por la razón sentiente y el empirismo, rechazando cualquier dogma (religioso o político) así como los argumentos de autoridad.

"La mayor parte de los hombres envejecen en un pequeño círculo de ideas que no han sacado de sí propios. Existen, tal vez, menos espíritus falsos que estériles". (Reflexiones y máximas, Vauvenargues, CCXXXVIII, pág. 74, Ed. Renacimiento).

“Pero nosotros queremos sofistas, en el mejor sentido de la palabra, o, digámoslo más modestamente, en uno de los buenos sentidos de la palabra: queremos ser librepensadores. No os estrepitéis. Nosotros no hemos de pretender que se nos consienta decir todo lo malo que pensamos del monarca, de los Gobiernos, de los obispos, del Parlamento, etc. La libre emisión del pensamiento es un problema importante, pero secundario, y supeditado al nuestro, que es el de la libertad del pensamiento mismo”. (Antonio Machado, Juan de Mairena I, Cátedra, pág. 209).

Bajar la luz del pensamiento:

No todo es pensar. Es agotador. La vida se nos escapa y fluye al margen de nuestro pensar. La vida es, también, azar y probabilidad; disfrute y gozo.

Por eso, es conveniente parar el pensamiento: respiración profunda, ejercicio físico, actividades de distracción… Un pensamiento de calidad exige dejar de pensar durante algún tiempo, para poder ver posteriormente con más claridad.

Necesitamos alejarnos del mundo. Callar el pensamiento. Meditar. Vivir el silencio del mundo interior.

“Personalmente estoy convencido de que más de un ochenta por ciento de nuestra actividad mental –y es probable que me haya quedado corto en esta proporción- es totalmente irrelevante y prescindible, más aún, contraproducente. Es mucho más saludable pensar menos y fiarse más de la intuición, del primer impulso”. (Biografía del silencio, Pablo D’Ors, pos. 333-338).

“… cualquiera puede facilitarse la vida bajando un poquito la luz de la razón.” (Cómo vivir o una vida con Montaigne, Sarah Bakewell, pág. 148, Ed. Ariel).

Los expertos en lógica, la ciencia que estudia la correcta construcción de los argumentos, no son infalibles. Aún no han superado la doble negación que se representa ¬ (¬p), y, por tanto, no han podido explicar la triple negación andaluza: “No ni ná”. Cuanto más nosotros que somos personas corrientes y molientes.

Para terminar, un texto de Albert Camus (La peste, pág. 110, editor Piolin): «Si es cierto que los hombres se empeñan en proponerse ejemplos y modelos que llaman héroes, y si es absolutamente necesario que haya un héroe en esta historia, el cronista propone justamente a este héroe insignificante y borroso que no tenía más que un poco de bondad en el corazón y un ideal aparentemente ridículo”.

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