La izquierda y su estrategia

"Las sanciones dañan mucho a los pueblos de los Estados que las reciben y los que las imponen, y muy poco a los oligarcas de todos los países"

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Manuel Martín Santillana y José Antonio García Rubio

Ucrania en llamas.
Ucrania en llamas.

Pocas veces tiene justificación el apelativo de “momento histórico”, pero seguramente para el estado actual de la izquierda ese calificativo es razonablemente adecuado. Si analizamos la situación global, el rechazo a la quiebra del derecho internacional que está significando la invasión militar de Ucrania por parte de la Federación Rusa debe ser nítido ni es justificable por ninguna anterior o presente violación del derecho internacional por parte de los EUA o la OTAN. Pero ese rechazo, en nuestra opinión, no permite dejar a un lado la posición tradicional de IU, que se concreta históricamente en “OTAN, no; bases fuera” (una lucha con fuertes raíces en Andalucía y en otras CC.AA.), no puede blanquear la violación del derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas que se ejecuta en la actualidad en Palestina, Siria, Yemen y otros lugares; tampoco puede servir para obviar las que se hicieron con anterioridad, por ejemplo, en Yugoslavia. Es más, el rechazo de hoy refuerza la autoridad moral para rechazar todas las demás. También las futuras.

Además, conviene recordarlo de nuevo, como siempre ha hecho la izquierda, que las guerras sólo las sufren los pueblos y, en primer lugar, los trabajadores. Ahora de forma dramática los ucranianos y los ruso hablantes del Donbass, pero también todos los demás, desde Gibraltar hasta los Urales. Las sanciones siempre dañan mucho a los pueblos de los Estados que las reciben y de los Estados que las imponen y muy poco a los oligarcas de todos los países. Véase como suben las acciones y los beneficios de las empresas armamentísticas o de las energéticas españolas. En este caso es importante explicar que en la subida del precio de la electricidad la guerra no es la única causa (y que con ese argumento se pretende escamotear la realidad: ya subía antes) sino la condición que se ha añadido al control del mercado por un oligopolio (si, en España y en otros países también hay oligarcas) y al método de fijación de precios en el mercado marginal, impuesto hasta el momento por la UE.

Igualmente, rechazamos la propuesta de “repartir las cargas de la guerra”, algo que siempre se traduce  en reducción de salarios y nuevos retrocesos de las condiciones laborales, así como en una más que sangrante escalada de precios que van a venir a mermar, aún más, las mermadas economías de las familias trabajadoras.

"Rusia es una potencia capitalista políticamente controlada por la oligarquía que se enriqueció con la privatización de los bienes de la URSS"


Por ello, creemos necesario recordar, especialmente a la izquierda, que nos encontramos en una guerra inter-imperialista (e invocamos aquello del “imperialismo, fase superior del capitalismo”). La Federación Rusa es una potencia capitalista políticamente controlada por la oligarquía que se enriqueció con la privatización de los bienes que eran de propiedad estatal y colectiva en la URSS, una potencia nuclear que ha modernizado su Ejército con el objetivo de garantizar su seguridad, es decir el acceso a los mercados, a las materias primas, al avance científico-técnico, a su integridad estatal y al mantenimiento de su propio espacio de civilización. Estamos en un proceso histórico en el que se está pasando de la unipolaridad, caracterizada por una hegemonía del bloque USA/OTAN, a una situación de multipolaridad, no solamente por el avance de China, sino también de Rusia y otros países como Turquía, Irán, Brasil, Australia… Una situación en la que todavía no está claro qué papel pretende jugar la UE.

Por ello, la polémica entre el envío de armas sí o no, no aborda la cuestión esencial: cómo gestionar este tránsito a un mundo multipolar sin que haya una catástrofe mundial. El problema está ya planteado en los campos de batalla. Y la geopolítica tiene nombre y apellidos de clase.

Si la condena de la intervención militar de Rusia no puede tener paliativos, y la solidaridad con los pueblos de Ucrania es una necesidad, la salida política y diplomática del problema (la única salida racional posible) tiene que reconocer el proceso de cerco creciente y amenazante de la OTAN sobre la seguridad básica de la Federación Rusa, algo que no se puede soslayar. Ambos planos no coinciden, pero no son contradictorios por mucho que en ello se empeñen tanto los medios de comunicación para imponer un marco de debate de pensamiento único como el relato de algunos Gobiernos como el español. Es más, en cuanto sea posible iniciar negociaciones serias, la dinámica creada obligará a que ambos planos se refuercen mutuamente. Este artículo se escribe antes de la reunión propuesta por Turquía, que confiamos pueda representar un avance.

Alto el fuego inmediato en todos los frentes, supervisado por Naciones Unidas. Garantías de protección humanitaria integral (incluido el respeto de los derechos humanos) y apertura de un proceso de negociación entre todas las partes afectadas, con la mediación del Estado más adecuado, para llegar a un tratado de seguridad mutua en Europa con garantías.

Si algo más sorprende en esta crisis es el papel subordinado de la UE, que prefigura una posición dependiente en ese nuevo orden mundial que se apunta. Las consecuencias de la guerra, y más si se alarga, reducirán el impacto de los fondos económicos atribuidos a la reconstrucción tras la pandemia. (En España, ya antes atentos a “más de lo mismo” y no a un cambio cualitativo del modelo productivo y alejados de una finalidad prioritaria hacia los procesos de digitalización en la producción y distribución de bienes y servicios y la lucha contra el cambio climático).

Estas condiciones globales plantean a la izquierda la necesidad de una nueva mirada sobre la realidad que, recuperando la construcción teórica del marxismo, las aportaciones de todos los procesos de construcción de sociedades socialistas, con la valoración de sus aciertos y errores, y las experiencias del movimiento obrero, permita la elaboración de lo que podríamos denominar “Programa de Transición” que fundamente una práctica política transformadora que supere el liberalismo hacia una democracia social inclusiva que abra el camino hacia una sociedad socialista.

En esa estrategia, los aspectos organizativos son muy importantes. También es significativa la representación en las instituciones. Esto afecta, los hechos así lo muestran, a la mayor parte los países europeos, donde el retroceso electoral de la izquierda es muy significativo.

Los firmantes de este artículo fuimos contrarios a la entrada de Unidas Podemos en el Gobierno. No se tuvieron en cuenta las limitaciones que establecía una correlación de fuerzas poco favorable ni tampoco algunas experiencias. La participación en el Gobierno de Pedro Sánchez ha generado una dinámica política que limita la autonomía de IU (no sólo por los condicionamientos de la coalición con Podemos, sino también por la gestión del Gobierno y en el Gobierno, ambas manifiestamente mejorables). Pese a ello, el cambio cualitativo que significaría la salida de UP del Gobierno, ¿sería comprendido por la mayoría de los trabajadores y el electorado de IU? ¿Cuáles serían las consecuencias de la práctica política que aplicaría otro Gobierno? La debilidad de IU -escasamente percibida ya como formación política independiente- en la lucha de ideas en nuestra sociedad no permitiría explicar satisfactoriamente una decisión de ese tipo.

Como alternativa organizativa se anuncia ahora el proyecto protagonizado por Yolanda Díaz. En el campo ideológico y político de la izquierda, el liderazgo es el resultado de un programa y de un respaldo democrático, no una condición del proyecto. Tampoco en España se puede prescindir de la estructura de las fuerzas políticas organizadas (entre ellas, IU) ni de la capilaridad territorial que aportan.  Ese proyecto, que es el acta de defunción de Unidas Podemos, difícilmente se consolidará si repite los mimos errores de Unidas Podemos.

Pero estamos dispuestos a exponer nuestras ideas y a escuchar. Tenemos que encontrar, entre todos, construyendo olectivamente, los mejores instrumentos para defender los intereses de trabajadores y trabajadoras y del conjunto de los sectores populares.

Para ello, como más arriba hemos dicho, un nuevo modelo de programa es necesario. Un programa concreto, pegado a la realidad, vinculado a ese Programa de Transición, con perspectiva de clase y de género, y elaborado colectivamente. Un Programa que organice la esperanza.

La estrategia es “resetear” la izquierda para regenerar la izquierda. 

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