8 de marzo: no a la guerra

La niña de 10 años me recuerda cómo volver a gritar "No a la guerra" este 8 de marzo.

Mujeres ucranianas concentradas en Jerez contra la guerra e invasión de Rusia
Mujeres ucranianas concentradas en Jerez contra la guerra e invasión de Rusia MANU GARCÍA

Han pasado diecinueve años desde la primera vez que asistí a una manifestación, tenía 10 años. Como cualquier niña de esa edad no comprendía totalmente a qué estaba asistiendo, era incapaz de tener una visión global, histórica y relacional de los sucesos que en aquel momento estaba presenciando. Recuerdo algo claro, nítido, seguro, veraz, el mensaje de paz. Aquella niña de 10 años entendía con mayor facilidad los blancos y negros que los grises. Estaba claro en mi mente, blanco era paz, negro era guerra. Cuántas actividades, dibujos, poemas y cánticos llevaba realizados en la escuela en nombre de la paz. Cuántas palomas de Picasso había visto decorar los pasillos y las aulas del cole en el Día de la Paz.

Asistí a la manifestación del No a la guerra con mi madre y mi padre. Entusiasmada gritaba "No a la guerra”, sentí  que era posible gritar libremente a los dirigentes que nos conducían a ella. Qué emoción, mis primeros abucheos en una manifestación.

En aquel tiempo emergía también un grupo musical compuesto por tres mujeres con looks desenfadados que ya anunciaban a las rigobertas bandinis y la defensa pública y total de la teta. El grupo Las Niñas y su tema "Ojú" sonó en todas las cadenas y radios convirtiéndose en un himno de la época, ahora curiosamente me vuelve a acompañar, me susurra al oído, "no, no a la guerra, que la guerra es mu perra”.

Poco a poco profundicé en el sentido del lema, descubrí el mensaje pacifista a través de la cultura y la historia. Vi cómo las guerras eran hitos guiados por  hombres poderosos, repletos de acontecimientos, victorias, derrotas, etapas y consecuencias importantes. El camino hacia la paz es arduo, difícil, lleno de sacrificios. En los libros de texto la paz son dos líneas, tal vez dos párrafos. Como si después de tantas batallas, conquistas, pérdida, muerte e imposiciones la firma de la paz fuese un sencillo cambio de chip, encender o apagar un interruptor. Tristemente se provoca una visión simplista de la paz, cuando lo fácil es hacer la guerra y lo difícil construir la paz. ¿Cuántos pasos se dan hasta llegar a la paz y qué pocos se dan para destruirla con la guerra?

Hacer la guerra es más sencillo para aquellos que la dirigen, hacer la guerra es una posición más cómoda para aquellos que se involucran desde arriba, para aquellos que albergan el poder, que se posicionan y que se benefician. Hacer la guerra es mostrar un relato adictivo, morboso, heroico de las naciones que participan en ella. Países que vencen una guerra tras otra y que han de ser admirados por ello. La historia es de los vencedores, la historia en lo libros de texto es la historia de la guerra.

La construcción del presente y del futuro ha de hacerse a través de los relatos de la paz, de las protagonistas que la defienden, del antibelicismo. Hacer la paz no interesa, demasiado esfuerzo, demasiada diplomacia, poca rentabilidad. El negocio es la guerra. No importan los sacrificios, el sufrimiento de los pueblos, las muertes de soldados. La historia de las guerras es la historia de los intereses de estado, por tanto la historia de los intereses de quienes controlan o tienen el poder para controlar el estado.

Estos días recuerdo la obra de Aristófanes La asamblea de las mujeres, pienso en nuestro papel como mediadoras, como pilares de la regeneración y del diálogo, de la reconstrucción, del cuidado a nuestro pueblo, a nuestro territorio en toda su diversidad, del cultivo de nuestros saberes, de la transmisión de éstos a través de relatos y experiencias, de la protección de nuestra memoria, de la necesidad de contar la historia de la paz. La niña de 10 años me recuerda cómo volver a gritar "No a la guerra" este 8 de marzo.

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