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PSICOLOGÍA. Cambiamos de rutinas, comienzan las prisas, el estrés...

Bienvenidas las hojas amarillas y las rojas, bienvenidas las lluvias, las nueces, las castañas, el viento fresco, el calor del vino, los atardeceres rojos y fuego…y para muchos, bienvenida también la melancolía.

Llegó el fin del verano y tranquilamente el otoño se alojó. Mientras se acomoda, cambiamos de rutinas, comienzan los madrugones, las prisas y con el estrés, la bajada de nuestras defensas.

Una adaptación inadecuada de nuestro cuerpo y sentidos a esta nueva estación puede afectarnos de manera negativa a nuestro ánimo. Afortunadamente estos cambios medioambientales son algo transitorio, pero no impide que los biorritmos y el ciclo vigilia-sueño se alteren.

Hay expertos que dicen que la causa fundamental del Síndrome de Otoño/Invierno es la reducción de horas de luz, que afecta a nuestra glándula pineal, que es la encargada de segregar la melatonina (hormona responsable del control biológico y la temperatura corporal) que aumenta con la reducción de luz solar, por lo que produce una bajada de serotonina (conocida como la hormona de la felicidad) en nuestro cerebro. El resultado final entre otros puede ser la experimentación de sensaciones como cansancio físico, somnolencia diurna, anhedonia (ausencia de disfrute), desmotivación, irritabilidad, desconcentración, apatía, aumento de peso... Existen estudios que demuestran que las depresiones y la ansiedad aumentan en esta estación. Se llama Síndrome Afectivo Estacional, porque no es una enfermedad, es una respuesta del organismo a los cambios de estación relacionados con la falta de exposición a la luz durante los meses de otoño e invierno.

Es indiscutible que todos estos factores nos puedan afectar de manera negativa en nuestro ánimo, pero también dependerá de cada persona, de los recursos que cada uno posea el poder afrontar mejor estos inevitables cambios estacionales. A pesar de que sabemos que es cuestión de tiempo, nos permitimos ofrecer algunas sugerencias para sobrellevarlo mejor:

  1. Incremente su exposición a la luz artificial y natural. Realice un programa de ejercicio diario, como por ejemplo, salir a pasear, montar en bicicleta, nadar…
  2. El sol es el mejor antidepresivo natural. Es muy difícil conseguir vitamina D a través de los alimentos y la mejor manera es a través del sol. Es recomendable al menos 10 minutos de exposición diaria bajo la luz de nuestro astro rey.
  3. Establecer una rutina horaria para dormir y levantarnos para así evitar despertares de tipo sobresaltos. Reduce los excitantes (cafés, colas…) y promueve un horario de siestas de entre 20 y 30 minutos.
  4. Busca tiempo para ti. Realiza a diario alguna actividad que te guste, que te sea placentera. Esto servirá para competir con los estados de apatía y te cargará de buenas sensaciones.
  5. Controla la alimentación y permítete las frutas de temporada, sobre todo, las ricas en vitamina C. Así reforzarás las defensas. Puedes implementarla con algún complemento alimenticio del tipo ginseng o jalea real dependiendo del caso.
  6. Practica la relajación, yoga, ejercicios de respiración, autohipnosis…para compensar la lucha contra el estrés.
  7. Se recomienda la psicoterapia si los problemas se agravan. Por ejemplo, los conflictos interpersonales, laborales y familiares, la irritabilidad desmedida o la apatía intensa… Una psicoterapia resulta de mucha utilidad porque nos enseña a afrontar y solventar los problemas desde un punto de vista más flexible y práctico.


Francisco J. Rodríguez del Valle, psicólogo clínico e hipnólogo. Más información pinchando aquí.

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