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Europa no acaba de poner en marcha un régimen de asilo común, mientras miles de ciudadanos se movilizan para acoger a quienes llegan a territorio comunitario. 
 

Cientos de llamadas de ciudadanos que quieren ayudar a los refugiados que están llegando a Europa desbordan las centralitas de ONG como ACNUR, Cruz Roja o CEAR. Otros muchos se organizan de manera autónoma y crean redes de familia de acogida como las de Asturias y Alicante o la página de Facebook Bienvenidos Refugiados--España que busca compartir iniciativas y recursos.

Tampoco dan abasto en aquellos ayuntamientos dispuestos a recibir a las personas que huyen de las guerras. Más de 55 entidades locales se han ido uniendo a esa idea de una red de ciudades acogedoras que lanzó la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. La mayoría de ellas gobernadas por los partidos del cambio o por los socialistas.

El Ejecutivo de Mariano Rajoy se apunta al carro. No quiere perder comba y quedar de insensible. El Gobierno atenderá “a todas las personas que tengan derecho al asilo y lo soliciten”, ha afirmado el presidente.

La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, ha anunciado la creación de una comisión interministerial que se encargará de coordinar las acciones de siete departamentos: Interior, Exteriores, Defensa, Sanidad, Empleo, Justicia y Educación.

Y, sin embargo, este Gobierno se ha dedicado a poner vallas al campo, a expulsar sin las mínimas garantías legales a aquellos que saltaban la valla que separa Ceuta y Melilla de Marruecos. Sin que puedan pedir asilo. E incluso a legalizar las devoluciones en caliente en la nueva Ley de Seguridad Ciudadana.

Pero esos no son refugiados. Son inmigrantes, señalarán algunos. Los países del Magreb acogen a unos 24.000 sirios. Muchos de ellos en Marruecos. Han llegado hasta ahí con la idea de encontrar asilo en Europa a través de lo que deberían ser pasos seguros.

¿Y los subsaharianos, qué? ACNUR asegura que el 60% de los que llegan a las vallas son potenciales refugiados.

Rajoy no quiere dar cifras de cuántos refugiados está dispuesto a admitir su ejecutivo. Se escuda en que la Comisión Europea no ha presentado todavía formalmente su nueva propuesta de repartir entre los Estados miembros a 120.000 exiliados llegados a Italia, Grecia y Hungría.

La Unión Europea lleva meses mercadeando, negociando con unos y con otros la distribución de los refugiados. Algunos de sus países miembros, como España, se aprestaron rápido a este zoco y jugaron al regateo.

--No, 4.300 para nosotros es una exageración. Es mucho. Ponme solo unos 1.300.

Otros, como Francia y Alemania, no solo aceptaron la cuota de mínimos propuesta por Bruselas, sino que la aumentaron.

Y aun así todos estos números eran insuficientes. La propuesta inicial de la Comisión Europea solo buscaba acoger a 60.000, de los cuales una cuota de 40.000 era para aquellos que ya estaban dentro de la UE y otra de 20.000 para aquellos que aún no habían huido de su país o que se refugiaban en otros países no comunitarios.

La nueva cifra de 120.000 es también para aquellos que ya han tocado tierras comunitarias. Muchos de ellos a través del Mediterráneo hasta alcanzar Grecia e Italia. Casi nadie habla de aquellos que necesitarán venir.

Uno de los pocos que sí lo hace es el primer ministro británico, David Cameron: Reino Unido no acogerá a ninguno de los demandantes de asilo que han logrado llegar a suelo europeo. Irá a recogerlos a los campos de refugiados de los países cercanos a Siria. No quieren que lleguen ilegalmente. Según Cameron, esta es la única forma de que no se pongan en manos de las mafias para emprender peligrosas travesías por el Mediterráneo o los Balcanes. Esperad tranquilitos hasta que decidamos ir a buscaros, parece decirles.

El baile de cifras de la Unión Europea es insuficiente. En los seis primeros meses de 2015 ya han solicitado asilo en Europa 417.430 personas, de acuerdo con los datos de Eurostat actualizados a 2 de septiembre. En todo 2014 fueron 626.710. Si las previsiones se cumplen, a finales de año llegarán a los 800.000. 

Las cifras solo recogen  a aquellas personas que han podido realizar el trámite y han sido, por tanto, contabilizadas. Otras están aún en un limbo administrativo. Y muchas ni siquiera pondrán nunca pie en tierras europeas. Se quedaron en el camino, en una playa, en una alambrada o en un desierto.

El cruce del Mediterráneo es la opción elegida por muchas de estas personas. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) las cuantifica. En lo que va de año, han sido 351.314.

Esta institución internacional ofrece datos de migrantes. No de refugiados. Muchas veces son, sin embargo, lo mismo. Solo pueden lograr asilo en Europa si logran llegar hasta ella. Los datos lo demuestran. La mayoría de los que se han arriesgado en la travesía mediterránea son sirios. Solo en Grecia han desembarcado 88.204. Les siguen, de lejos, los afganos (32.414). De Eritrea y Nigeria provienen la mayoría de los que llegan a Italia.

Sus lugares de origen dejan lugar a escasas dudas: huyen de guerras, conflictos o persecuciones por motivos de raza, religión, nacionalidad, opinión política o pertenencia a un determinado grupo social. Las causas que dan derecho a asilo. Es decir, a buscar protección fuera del país de origen o de residencia habitual y a disfrutar de ella en caso de tener fundados temores de persecución.

Así de sencillo, y de clarito, se define este derecho en el artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en la Convención de Ginebra de 1951 y  en el Protocolo de Nueva York de 1967.

La obligación de los Estados

¿Cuál es el problema? También sencillo. Los Estados tienen la obligación de proteger a aquellos refugiados que llegan a su territorio. Es a estos a los que deberán de conceder asilo. No está tan claro qué pasa cuando estas personas se hallan en terceros países. Así pues, son los Estados más cercanos a aquellos de los que huyen estas personas quienes asumen la mayor carga. La Unión Europea no hace frontera. Se desentiende.

A finales de 2013, los países en desarrollo acogían al 86% de las personas refugiadas en el mundo, tal y como recoge la Memoria de 2014 de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado. Hace 10 años solo daban cobijo al 70%.

Uno de los ejemplos más flagrantes de esto es lo que ocurre con los sirios. De los más de cuatro millones de personas que han huido de este país desde 2011, casi dos millones se refugian en Turquía; algo más de un millón en Líbano;  casi 630.000 en Jordania y unos 250.000 en Irak. 

En Europa solo han pedido asilo 348.540 ciudadanos sirios desde que se inició el conflicto. Apenas un 8,5% de los que dejaron atrás su tierra. Son datos de ACNUR.

Estas personas no acuden --no han acudido--, por tanto, en masa a las puertas de Europa o de la Unión Europea, aunque eso pudiera parecer. Los datos vuelven a demostrar la debilidad de algunos mitos.

Aquellos que sí han elegido tocar el timbre en la UE descubren que su instalación todavía no ha finalizado. Las instituciones comunitarias aún no han terminado de poner en marcha un régimen de asilo común. Han ido dando pasos y ya existen algunos de los mecanismos de este, pero continúan trabajando en ello. Se pusieron manos a la obra en 1999.

Uno de los componentes de esa política de asilo comunitaria que ya lograron hacer funcionar es el Protocolo de Dublín, el cual se ha convertido en uno de los escollos con los que han de enfrentarse los refugiados. Este estipula que la petición de asilo de aquellas personas que llegan irregularmente ha de realizarse desde el país por el que se entró en la Unión Europea. O sea, que les toca, sobre todo, a Grecia o a Italia resolver la papeleta.

Una de las herramientas que sí lograron hacer funcionar fue el Protocolo de Dublín, el cual se ha convertido en uno de los escollos con los que han de enfrentarse los refugiados. Este estipula que la petición de asilo de aquellas personas que llegan irregularmente ha de realizarse desde el país por el que se entró en la Unión Europea. O sea, que les toca, sobre todo, a Grecia o a Italia resolver la papeleta.

Otra dificultad a la que se enfrentan los refugiados es la casi imposibilidad de solicitar protección internacional en las embajadas y consulados europeos en sus países de origen. Cómo acudir hasta la capital --donde suelen hallarse las delegaciones diplomáticas-- de un país en guerra o cuando se está siendo masacrado por el Gobierno enrocado en ella.

Tampoco son muchas las puertas que se abren en las embajadas europeas de los países a los que acuden en primer lugar los refugiados. Española, ninguna. El Ejecutivo, en manos del Partido Socialista en esos momentos, acabó con esta opción mediante lo dispuesto en la Ley reguladora del derecho de asilo y de la protección subsidiaria de 2009. Los populares estuvieron de acuerdo. 

Además, España fue uno de los primeros países europeos en exigir un visado de tránsito aeroportuario a los sirios. Sin él no pueden hacer escala en los aeropuertos españoles. Lo hizo en septiembre de 2011. Solo seis meses después de que se iniciaran las revueltas a favor de la democracia y contra el régimen de Bachar el Asad.

Y todo ello, a pesar de no ser uno de los países preferidos por los refugiados. Desde la aprobación de la primera Ley de Asilo en 1984, tan solo 180.580 personas han accedido a este procedimiento. En Alemania pidieron refugio solo en 2014 algo más de 200.000 personas.

En 2014, apenas 5.947 personas lograron solicitar asilo en España. Ni tan siquiera el 1% del total de las peticiones que recibieron los 28 Estados miembros de la UE. Más exiguo es aún el número de aquellos que lograron el estatus de refugiados. Las autoridades españolas solo se lo reconocieron a 385 personas. Otras 1.200 recibieron el estatuto de protección subsidiaria. España rechazó en primera instancia el 56% de las solicitudes.

Difícil hacer creer, por tanto, que España sea un país de acogida. Muchos de sus ciudadanos quieren, sin embargo, que llegué a serlo. Ojalá las agendas mediáticas no conviertan esta solidaridad en una moda pasajera. Los desplazamientos forzosos en el mundo han afectado ya a 59,6 millones de personas, un nivel nunca visto desde la II Guerra Mundial.

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Jorge Miró

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