Dos danzas causaron escándalo, son la chacona y la zarabanda. No es extraño que hacia 1583 se dictara una ley prohibiendo su cantar o recitar una zarabanda bajo pena de 200 azotes, amén de otras cosas como seis años de galera para los hombres y destierro para las mujeres.

El puerto de Cádiz obtuvo, en 1717, la exclusividad del intercambio marítimo con las colonias americanas. El terreno musical no es ajeno y Cádiz se convirtió en un referente en el panorama musical hispano en los siglos XVIII y primera mitad del XIX. Músicas y músicos procedentes de todos los territorios de ultramar arribaron a la urbe. La mayoría de estilos gaditanos, si bien han aparecido primeramente referenciados en América, en Cádiz son incorporados y prontamente identificados como propios de esta ciudad. Es así que fueron nominados con el adjetivo gaditano o de Cádiz: El Fandango de Cádiz.

Son muchas las danzas afroamericanas en Cádiz, entre las que encontramos: zarabandas, chaconas, cumbés, paracumbé, zarambeques, yeyés, zambapa los, gayumbas, cachumbas, gurrumbés, fandangos, dingos, zerenges, guineos, etc. Todas ellas tenían un denominador común: “Eran danzas alegres y sensuales que se cantaban con atrevidas coplas y se acompañaban con panderetas, castañuelas y cascabeles en el tobillo”.

El control clerical no fue suficiente para frenar la difusión de estas danzas, no solo por España, sino por otros territorios europeos donde se popularizaron rápidamente por sus movimientos desenfadados, sensuales y lascivos que los hacían demasiados atractivos a una sociedad muy reprimida por el peso que tenía la religión. El padre Mariana, por ejemplo, no puede reprimir su disgusto y se expresa en los siguientes términos: “Entre otras invenciones ha salido en estos años un baile y cantar tan lascivo en las palabras, tan feo en los meneos que basta para pegar fuego aún en las personas muy honestas. Se representan no solo en secreto, sino en público, con extrema deshonestidad los actos más torpes y sucios que hacen en los burdeles”.

La primera mención de la chacona se encuentra en el Entremés del platillo de Simón Aguado (1599), donde dice: “Chiqui, chiqui, morena mía, si es de noche o si es de día, vámonos, vida, a Tampico, antes que los entienda el mico; que alguien mira la Chacona, que ha de quedar hecho mona”.

La chacona, como danza tiene fama de ser licenciosa. Para Quevedo es una “danza mulata y atrevida”; para Cervantes (La Ilustre Fregona) encierra “la vida bona”; y para Lope de Vega (La Dorotea) tiene un “carácter lascivo y provocador”. Esta música llega a ser tan versátil, que en una de sus manifestaciones, la que cierra la partita n º 2 para violín de Bach, es considerada por Brahms como “maravillosa y misteriosa”. Resulta significativo que después de transformarse en danzas elegantes, la chacona y la zarabanda pasaron a ser parte de la cultura cortesana y de la música barroca.

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Eduardo Arboleda Ballén

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