El tiempo se hizo baile

María Pagés presenta en el Festival de Jerez 'Una oda al tiempo', danza a lo efímero y a lo eterno. Bajo su abrumadora imaginería estética, un poema protesta contra los totalitarismos y la uniformidad del arte

Un momento de 'Una oda al tiempo', de la compañía de María Pagés, anoche en Villlamarta. FOTO: MANU GARCÍA
Un momento de 'Una oda al tiempo', de la compañía de María Pagés, anoche en Villlamarta. FOTO: MANU GARCÍA

Contando piedras, cielos, colores, años, vidas, besos, olas… nos pasamos la vida contando. Contando semanas, contando verdades, contando historias, contando lo que somos y contando lo que no somos. “El tiempo se hizo número (…) qué sed de saber cuánto”, proclamaba Neruda en su Oda a los números. “Las coreografías cambian como cambia la vida misma”. El tiempo cambia como cambia el baile, parece rematar el poema la sevillana María Pagés, una mujer de padre matemático y madre empresaria (gente de números, claro) que lleva 51 de los 55 años que tiene bailando.

Diez años después de sobrecogernos con su Autorretrato, una obra de piel en un instante clave de su vida, la muerte de su primer marido, padre de su hijo y estrecho colaborador en muchos de los montajes de su veterana compañía, que el año que viene cumple treinta años, aquello tiene una especie de continuidad en Una oda al tiempo, la producción que ha presentado en el XXIII Festival de Jerez. No había habido por su parte, hasta la fecha, un montaje tan rotundo como aquel, ni una propuesta que aunara de forma tan compacta su concepción estética e intelectual de la danza con su discurso ético y vital. No tanto en el sentido introspectivo y de obra a puerta cerrada que representaba aquella producción, pero sí en la intensidad de la búsqueda, en los mensajes que dispara al pecho del espectador, y a la postre, en la celebración de la vida.

Impresionante Pagés con mantón. FOTO: MANU GARCÍA

Le acompaña en la dirección y firma la dramaturgia, y la mayoría de las letras, su actual pareja, el hispanista marroquí El Arbi El Harti, que ha compuesto una hermosa canción protesta para que la coreografíe María Pagés. Un poema hecho de teselas de enorme belleza que empieza por hablar de la naturaleza, del origen, de un péndulo inexorable que marca el paso, y acaba por denunciar el auge de los totalitarismos, las luchas colectivas frente al individualismo, y el empuje de la savia nueva para abrir nuevos horizontes frente a la creación uniformada y teledirigida. Y todo ello, se insiste, bajo la inclemente dictadura del tiempo.

En este contexto despliega sus alas, tan libre como siempre, la sevillana. Incubando un montaje que crece conforme pasan los minutos, que vuela tan alto que acaba anidando en el corazón, al compás de los latidos de los ocho bailaores y bailaoras que conforman el cuerpo de baile, y con la música de un elenco que gira al ritmo que marca en todo momento Pagés: sea en escena, en un corro por jaleos, fuera de campo o en forma de silueta a golpe de bastón.

En esta obra de plenitud, sobresalen los vuelos de mantones de colores impresionistas, los bailaores-pájaros migrando en bandada al atardecer, los movimientos violentos de vanguardia centroeuropea, los fogonazos goyescos de duelos a garrotazos y fusilamientos sin piedad. Y una piedad de Händel (Lascia ch’io pianga / Déjame llorar) que teje al violín David Moñiz y que, con cantes de trilla y tonás de Ana Ramón y Bernardo Miranda, desemboca en un eterno retorno en ese mismo árbol que al principio era vida y al final también se convierte en memoria.

Lo efímero y lo eterno. Como la seguiriya y soléa feroces que en los primeros momentos despacha María con palillos y bata de cola roja. O en la vidalita en la que queda sola en el escenario, como atravesada por un manto negro y agitando sus brazos hasta el infinito. Un juego con el tiempo cuando pensábamos que ese tic-tac frenético era puro sometimiento. Un trampantojo cuando tras ese derroche de imaginería estética y visual de todas las formas y colores, de impecable factura técnica y artística, había una Pagés, como Bausch, más preocupada de por qué nos movemos que de cómo nos movemos.

Una oda al tiempo (****)

Compañía María Pagés

Dirección: María Pagés, El Arbi El Harti. Coreografía y diseño de vestuario: María Pagés. Dramaturgia, texto y letras: El Arbi El Harti. Baile: María Pagés, Eva Varela, Julia Gimeno, Marta Gálvez, Virginia Muñoz, José Barrios, Rafael Ramírez, José Carlos Avecilla y José Ángel Capel. Cante: Ana Ramón y Bernardo Miranda. Iluminación: Dominique You, Pau Fullana. Guitarras: Rubén Levaniegos, Isaac Muñoz. Chelo: Sergio Menem. Violín: David Moñiz. Percusión: Chema Uriarte. Día: 23 de febrero de 2019. Lugar: Teatro Villamarta. Aforo: Lleno con entradas agotadas.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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