Creamos muy poco, dice Benito, a pesar de todo lo que tenemos a nuestra disposición, creamos muy poco. Cuando estuvo en Cuba, en la Escuela Internacional de cine y televisión de San Antonio de los Baños, disfrutó de la tranquilidad y la austeridad necesarias para crear de verdad. Tanto Zambrano como Begines se formaron en esa escuela de Cuba. En el año 92, dice Benito, no había escuelas de cine en España. Había que tener mucho dinero para irse a las academias del extranjero. Además había que saber inglés… Gracias a una beca, Benito pudo ir a Cuba, paraíso perfecto. A la isla se llevó lo que había vivido como fotógrafo para un periódico, como cámara en Canal Sur o en el vídeo comunitario de su pueblo, donde aprendió a ver la vida a través de un cuadradito y fue consciente del poder de la imagen, de la perspectiva elegida al grabar. Todo ese aprendizaje lo integró en el cine, en el guión, porque el cine une todas las artes, la fotografía, el teatro, la literatura, la arquitectura… Todos esos lenguajes están en el cine. A Cuba se llevó también la idea de Solas. Allí encontró tiempo para crear y pensar, tiempo para descubrir su forma de narrar, su estilo.

Álvaro Begines empezó con la radio, los cortos, en la televisión local de su pueblo, Los Palacios, y con los grupos de música. Una de aquellas formaciones fue No me pises que llevo chanclas, con la que obtuvieron grandes éxitos. Álvaro, con el problema económico más o menos resuelto, pudo inscribirse en varias escuelas de cine para estudiar guión y dirección, en Barcelona, Madrid, Ronda… Y con un postgrado se fue a Cuba durante un año. La precariedad de aquella escuela promovía la verdadera creación, recuerda Álvaro. En otras escuelas, como las que pueda haber en Nueva York, tienen muchos medios a su alcance. En Cuba trabajaban con lo mínimo. Los protagonistas no eran los aparatos, sino el impulso creativo básico, la narración. Técnicos, gente que maneje las tecnologías hay de sobra, sin embargo, lo difícil, dice Álvaro, es saber contar como lo hace Benito, desde dentro, saber narrar. Y esa base sí se adquiría en Cuba. “No hay que entender para sentir, hay que sentir para entender”, sugería una frase de García Márquez que estaba escrita en la escuela. Álvaro, además de sentir la necesidad de contar historias, entiende la cultura como entretenimiento. Se crea para entretener, para generar emociones y divertir.

El cine es muy caro, dice Zambrano. Eso obliga a pensar todo muy bien cuando uno está escribiendo la película. La voz dormida costó tres millones y pico de euros. Hay que tener muy claro qué se quiere contar y cómo se quiere hacer. En el guión tiene que estar todo. Para Benito hay algo esencial: el cine es un arte que se hace en colectividad. Se necesita el talento y la creatividad de todo el equipo. El director debe transmitir bien a todo ese grupo lo que quiere hacer. Así, cada uno aportará lo mejor de sí mismo. De ahí la importancia del guión, que es el plano de la casa que quieres construir. Dirigir es tomar decisiones para interpretar ese texto. Y la más importante es decir “corten, buena”. El director tiene que saber que en esa toma está lo que de verdad buscaba. No hay recursos para volver otro día a rodar…

Según Álvaro, se aprende de los fallos. El guión es la mínima expresión literaria que hay, si lo comparamos con un libro, una novela. Son datos telegráficos. Pero luego hay muchos matices. Si no te entiende el equipo, puedes fracasar. Cuando escribes, ves las imágenes que quieres. Pero lo difícil es transmitir eso que tú imaginas a todo tu equipo. Recuerda Benito que cuando rodaba Solas lo pasó muy mal porque cada día le quedaba alguna escena por rodar. Corría el riesgo de perder el hilo narrativo. Iba rodando y organizando, reconstruyendo, esa línea argumental al mismo tiempo. Y después de quitar más de 20 secuencias, ¡todavía duraba dos horas y media...! Hubo que suprimir más escenas hasta que el tiempo se ajustó. A pesar de que el texto sea muy escueto, siempre se alarga en el rodaje. Dice Begines que Ford tenía clasificadas las escenas por colores en el guión. Si no había tiempo decía: “Quita una de las amarillas”. Tenía ya pensado que aunque quitase una de las amarillas, la trama seguía funcionando. Al final, dice Zambrano, uno no hace la película que quiere, sino la película que puede. Pero cuando la gente vio Solas aportó significado a todas esas imágenes. El receptor vuelve a dar sentido a esa cadena de escenas. Se crea una retroalimentación. En Padre coraje se propuso trabajar de otra forma. En lugar de obsesionarse con el guión se dejó llevar por la realidad, por el equipo. Se propuso un fin, pero fue mucho más flexible en el proceso.

A veces, en España, no queda más remedio que ser productor de tus propias obras. Pero la producción, dice Begines, también tiene un lado creativo. Con poco dinero hay que plasmar el guión, sin que se pierda la esencia. Dirigir y producir a la vez es muy complicado, uno debería discutir consigo mismo, dice, y eso es imposible. Él llegó a la producción más por necesidad que por vocación. Es una forma de ayudarse mutuamente los creadores, para salir adelante.

Hay cine hecho sólo para ganar dinero, dice Álvaro, y hay cine que se plantea algo más. Escuchó una vez que a los americanos les salen muy bien las películas comerciales, casi sin querer. A nosotros, los latinos, lo reivindicativo nos sale sin esfuerzo, pero tenemos que aprender a hacer películas que se vendan bien… En los inicios del cine, dice Benito, se contaban historias de perdedores, describían la realidad social. Pero después de la Segunda Guerra Mundial, en EEUU, el poder empezó a controlar a los directores. Hacer cine de izquierdas se convirtió en algo difícil. Así surgió la industria que conocemos hoy y que transmite un determinado modelo de vida y pensamiento. Las grandes productoras controlan lo que se cuenta, lo que les interesa. Ese es el imperialismo cultural. Pero existe otro cine, el independiente.

El problema es que el cine bueno es muy caro. Las productoras pequeñas no pueden perder dinero con las películas, dice Zambrano. Es muy difícil crear una película que salga rentable sin perder la identidad como creador. La gente del cine está comprometida con lo que ocurre, con la realidad social. A veces es un problema de tiempos, dice Benito, para que una película cuente algo actual, necesitas haber empezado a planearlo varios años antes. Encontrar una buena historia, escribirla, reunir el dinero y rodarla lleva mucho tiempo. La complejidad del cine impide que seas actual. El creador debe ir varios años por delante. Esa es nuestra responsabilidad.

Ahora se habla de productos audiovisuales. Los soportes se han diversificado. Una película se puede ver en cualquier sitio. Hay muchos tipos de contenidos, muchas formas de narrar. Hay gente que con su móvil cuenta algo y lo publica. Y hay personas en la red que lo cuentan muy bien, con una naturalidad sorprendente, con gran talento, dice Begines. En YouTube encontramos a chicos muy jóvenes narrando, sin guión escrito, jóvenes que manejan el lenguaje de la imagen con soltura. Todos sabemos mucho de imágenes, dice Zambrano, porque hemos recibido millones de ellas en nuestras vidas. Gracias a los nuevos medios digitales hay gente que escribe y que nunca antes lo había hecho. Esto es positivo, dice Benito. Aunque también hay inconvenientes: la aceleración excesiva y que no genera dinero. Dice Begines que antes era muy difícil divulgar un corto. Ahora hay páginas donde puedes ver miles y muy buenos.

La televisión, no obstante, sigue teniendo un poder inmenso en la cultura. Es la que determina modas y formas de pensar. Las audiencias, comenta Begines, están por encima de los contenidos. Y el director de una serie es esclavo de los índices de audiencias. A todo esto hay que añadir las políticas culturales de nuestros gobiernos. Nos han hecho pensar que ver una película es algo caro. Sin embargo, es mucho lo que te aporta una película: emociones, vivencias, integración de las artes… En otros países no ocurre esto. Un ejemplo es Francia y los cines utopía, espacios públicos para ver y comentar películas.

Para concluir, Benito Zambrano leyó unas líneas de la novela La voz dormida, de Dulce Chacón y las comparó con la parte correspondiente del guión de la película. Y para comprobar el resultado, vimos la escena del largometraje.

Este spot también lo dirigió Benito Zambrano…

Sobre el autor:

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Juan Carlos González

Filósofo

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