Carlos Otero, el último de los grandes que reinventaron el arte de vestir a las dolorosas en Jerez, falleció hoy a los 95 años de edad.
Los achaques de la enfermedad que arrastraba han podido con el entusiasmo y fuerza de un cofrade que nació como tal y que tenía a este mundillo como una forma de vida.
Un sentimiento que no dudó en compartir con todos sus allegados siendo una especie de cicerona cofrade por las rutas conocidas y las ignotas, esas que solo se descubren con la experiencia.
Pocos saben de su gran afición a la filmografía. Con su cámara consiguió lo que hoy es un tesoro documental sobre Jerez y la Semana Santa.
Empezó en el atavío de imágenes arrimado a Mariano Ramírez, su maestro. La Candelaria y Madre De Dios de la Misericordia fueron las primeras dolorosas que conocieron su estilo. A ambas con el paso de los años no ha podido separarse devocionalmente.
Vistió la túnica de la Coronación de niño. También lo hizo en la primera salida del Transporte pero por quien bebía los aires en sus rezos, miradas, devoción y admiración fue la Esperanza de la Yedra. La túnica de los cofrades de la Plazuela será su carta de presentación allá en la gloria, como él quiso.
Su sobrino Jose Carlos Gutiérrez, vestidor, escultor, músico y mayordomo del Transporte tiene ahora en sus manos el legado de su tío; la continuidad de la saga y la impronta del último de los grandes nombres casi olvidados de la vieja guardia.
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