Gian Lorenzo Bernini, escultor, arquitecto y pintor, es el icono de los impulsores del Día del Orgullo Barroco, una ‘onomástica’ que no tiene aval alguno de la ONU o de cualquier otra institución. Surgió en las redes por parte de expertos, estudiosos, escritores y amantes de este periodo de la cultura en la Europa occidental entre los siglos XVII y XVIII. El 7 de diciembre es el día del Orgullo, coincidiendo con la fecha de nacimiento de Bernini en 1598, uno de los máximos exponentes del barroco italiano.
El hastag #OrgulloBarroco fue el vehículo que usaron y usan los tuiteros para exponer su orgullo por el barroco, “que en sí mismo es una forma de entender la vida”, expone uno de los seguidores de esta corriente que en pocos años ha alcanzado cierta notoriedad. Si trasladamos esa pasión por el barroco a Jerez y por ende a la Andalucía, sobre todo cofrade, alcanza su máximo paroxismo. La Semana Santa, sus cofradías, su gente, su estilo es barroca. Del mismo modo que en lo social, aunque sea de forma restringida a este círculo, nada tiene de pequeño por aquí.

“El barroco es aquí la manera cómo muchos entienden su existencia. No comprenderían la vida sin los entrantes y salientes de un canasto dorado, de un San Miguel matando al Diablo en una sublime batalla, de las hojas de acanto y de cardos que cuajan mantos y sayas, de la explosión de creatividad en el cincelado y labrado del metal o la plata”, razona un licenciado en arte que muere ante el despliegue de arte y armonía cofrades, “que mete a tu mente en un barroquismo difícil de separar de cualquier orden de tu vida donde de forma sublime empapa tu pensamiento”.
La fascinación por el barroco, por su arquitectura su literatura su pintura su música su ciencia, levanta sentimientos que es imposible separar de lo que podría ser una forma de entender la vida, el pensamiento… “El barroco está ahí para solazar nuestro espíritu con la más deslumbrante muestra de ingenio y magnificencia”, expresa el escritor Luis Soravilla. Estas palabras definen en gran medid algo que es una cofradía en la calle. Si el barroco huye del silencio y la sobriedad, la Semana Santa es una de la mejores expresiones que nace desde lo popular, lo devocional y entrando en lo religioso donde lo barroco influyó e influye tanto en el continente como en el contenido de pomposas funciones.

Así, al predicamento del barroco por estas tierras no le hacen falta oficiantes. “El barroco juega con la realidad, pero no engaña. Es teatro, dijo alguno, y acertó. Se pregunta si la vida es sueño, muestra realidades que se esconden tras la realidad, nos obliga a indagar, a darle vueltas a las cosas”, subraya Soravilla; revueltas que son las mismas que en madera, talla y dorado vemos en los canastos de los pasos o en los pliegues y vuelos de las túnicas que visten cristos y vírgenes e incluso nazarenos.

Seguramente, el síndrome de Stendhal se habrá manifestado por estos lares en alguien que se paraliza ante un paso de palio o un misterio o un templo donde el barroquismo, más que subyugar, seduce hasta lo más profundo del ser.
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