"Las mujeres somos doblemente explotadas por el modelo heteropatriarcal de la sociedad de consumo"

La periodista y escritora Brenda Chávez tras la entrevista concedida a lavozdelsur.es. FOTO: MANU GARCÍA.
La periodista y escritora Brenda Chávez tras la entrevista concedida a lavozdelsur.es. FOTO: MANU GARCÍA.

La periodista Brenda Chávez (Madrid, 1974) es una de las grandes figuras de las publicaciones de moda, y a día de hoy, un referente sobre moda sostenible y consumo ético. Ha estado al frente de revistas mundialmente conocidas como Vogue, Elle, Vanidad, Cosmopolitan... Hasta que le dio la espalda a la moda convencional para denunciar los abusos de explotación humana, animal y medioambiental que promueven las grandes corporaciones de la industria textil en su libro Tu consumo cambia el mundo, que publicó el pasado abril de 2017.

En la actualidad, Chávez, licenciada en Periodismo y Derecho, trabaja en medios como Carne Cruda, El País, El Salto y en otras revistas como The Ecologist y Ethic, entre otros. Por otro lado, también forma parte del colectivo femenino de periodistas de investigación sobre consumo Carro de Combate, desde el pasado mayo de 2018. lavozdelsur.es, aprovechando la participación de la periodista madrileña en la primera Feria de Economía Social en Jerez, le preguntamos sobre el modelo neoliberal de producción, alternativas de consumo sostenible y ético, ecofeminismo y cómo afecta la globalización al medioambiente.

¿Qué es lo primero que debería preguntarse una persona antes de consumir cualquier cosa?

¿Lo necesito? O sea, lo primero es si necesito lo que me voy a comprar o no, si al final es una compra compulsiva... ¿Me estoy comprando esto para compensar que he tenido una bronca con mi jefe, con mi novio, con mi madre..?. Que he tenido un mal día, que estoy aburrida. Entonces, primero es si lo necesitas. Y hay cosas que compramos que podemos alquilar, que no tenemos por qué comprar. O podemos intercambiar con gente. Primero es si lo necesitas, y si llegas a la conclusión de que sí lo necesites, es, ¿de dónde viene el producto? ¿cómo se ha hecho? ¿en qué modelo productivo? ¿en qué condiciones se ha hecho? Y si realmente con tu dinero y con tu consumo quieres apoyar ese producto tal y como se ha hecho y la empresa, tal y como se hacen las cosas.

Por ejemplo, en la alimentación y la ropa, que ambos vienen de cultivos con pesticidas y herbicidas industriales. ¿Quieres consumir eso, que, además de malo para tu salud, es malo para el planeta y para los trabajadores que trabajan en eso? La ropa, por ejemplo, viene de Camboya, Bangladés, donde se están pagando 30 ó 60 euros al mes, cuando lo digno para vivir son 280. Deberíamos estar planteándonos si nosotras, como trabajadoras, querríamos que nos estuviesen pagando como a las mujeres que nos hacen la ropa. Y luego, además de los pesticidas de los cultivos, la ropa lleva sus tintes y todas esas lejías y esas sustancias que también nos la ponemos encima.

¿Y cúando empezó usted a hacerse esas preguntas?

Ha sido un proceso de años. Yo empecé a consumir cosmética ecológica porque me provocaba mucha alergia todo lo demás que utilizaba, y no tenía ni idea de por qué. Y cuando empecé a ver cómo estaba hecha la cosmética industrial. Pensé, ¿cómo no me van a dar alergia si estos son casi todos derivados del petróleo y productos químicos? Eso fue una forma bastante inconsciente, pero ya trabajando en Vogue y en Cosmopolitan, entré en contacto con muchas corporaciones, no ya solo de moda, sino de gran consumo, y me voy dando cuenta de que hay una serie de abusos, ya sea de explotación laboral, humana, de recursos, animal..., que se repetían de unas empresas a otras y de un sector a otro. Y me empecé a dar cuenta que había muchos abusos corporativos en los cuales participamos a través del consumo. Y yo como consumidora empecé a no participar de empresas que sabía que tenían unas prácticas que no comulgaban con mis valores y luego empecé a tener otras alternativas de consumo. Llegó un punto en el que tenía tanta información de abusos corporativos y de alternativas de consumo, que al final escribí el libro Tu consumo puede cambiar el mundo. He hecho el cambio en todos los sectores e intento consumir lo más responsablemente posible.

Brenda Chávez durante su conferencia en los Claustros de Santo Domingo, en Jerez. FOTO: MANU GARCÍA.

Entonces, escribe su libro 'Tu consumo puede cambiar el mundo' como una guía para dar alternativas a la hora de consumir. ¿A qué alternativas se refiere, en qué ámbitos?

Hay alternativas en todos los sectores. En la alimentación, frente a una alimentación industrial, en la moda, frente a una moda convencional —que es el segundo sector más contaminante del mundo—, alternativas a la belleza, frente a esa cosmética llena de este tipo de productos, alternativas de movilidad sostenible, de energías renovables, de banca ética, de turismo sostenible, de productos de consumo de la infancia mucho más éticos y mucho más sostenibles, pero también hasta para las mascotas, y seguros éticos. Realmente hay alternativas en todos los sectores en las que podemos estar consumiendo mejor para nosotros y para el planeta. Lo único, no se visibilizan tanto como las grandes marcas. O sea, nadie tiene los grandes presupuestos de H&M para publicitarse.

Si "tu consumo puede cambiar el mundo", ¿por dónde es más sencillo empezar para tener un consumo responsable y ético?

Creo que es un proceso personal que acabamos construyendo cada uno. Hay gente que está más familiarizada, por ejemplo, con la alimentación o con la moda. Creo que hay que intentar hacerlo algo fácil y motivador, que sea algo que haces tú por tu propio bien y por el bien del planeta. No puede ser una especie de sacrificio o una cosa con la que le estemos sermoneando a todo el mundo, porque eso no es contagioso. Hay que respetar los procesos de todos. Entonces yo creo que cada uno tiene que empezar por donde le es más fácil, y para muchos es la alimentación porque tienen un grupo de consumo o un mercado cerca, y empieza a consumir productos agroecológicos. Para otra gente es la moda, porque está en contacto con artesanos o firmas sostenibles... O movilidad sostenible, cogerte la bicicleta, también.

¿Y en el caso de la banca ética?

La banca ética y la energía es de lo más fácil de cambiarte. Es cambiarte la cuenta bancaria de un banco a otro, y la cuenta de la electricidad de uno a otro. Y el impacto que tiene, porque son dos sectores neurálgicos muy importantes —la banca está financiando un montón de barbaridades que hemos visto durante la crisis y otras que no vemos, pero que siguen financiando, y las eléctricas, que nos toman el pelo siempre—, realmente es una forma de dejar de participar en eso, y dejar de darle nuestro poder y nuestro dinero a unos sectores que son bastante perversos. Y es facilísimo de hacer, yo creo que es de los cambios más fáciles que se pueden hacer.

Esta economía neoliberal 'cowboy' ha cuadriplicado los bienes y servicios en las cuatro últimas décadas. En 2030 estaremos utilizando el doble de recursos de los que genera la tierra

¿En qué momento empieza a instalarse en España la economía 'cowboy', la economía neoliberal de producir, consumir y tirar?

En España nosotros llegamos después de la dictadura, pero llegamos con un desembarco bastante importante en los 80. Esta economía neoliberal cowboy —que llamo yo porque le hago un homenaje a Kenneth Boulding en el libro—, ha cuadriplicado los bienes y servicios en las cuatro últimas décadas. Quiere decir, que en las últimas cuatro décadas estamos consumiendo y produciendo cuatro veces más. Estamos en el punto en el que consumimos 1,7 tierras en recurso, es decir, consumimos y producimos por encima de la capacidad del planeta para renovarse. Y dice WWF, que en 2030 estaremos utilizando el doble de recursos de los que genera la tierra. Entonces, este es el impacto que ha producido la economía cowboy neoliberal en los últimos 40 años, a nivel mundial.

¿Qué fuerzas son las responsables de esta sobreproducción y el consumismo masivo?

Realmente es como la tormenta perfecta. Las empresas nos están lanzando todo el día su publicidad, las administraciones muchas veces no ponen los límites que tienen que poner, el consumidor no tiene mucho acceso a la información que le ayudaría a discriminar mejor. Y entonces se va generando toda esta ola de consumismo y toda esta historia de la que muchas veces somos inconscientes. Al final, viene el Black Friday o el Cyber Monday, y nos vamos a comprar como locos, y nadie nos dice: Oye, que es que estamos produciendo y consumiendo por encima de la capacidad del planeta para renovarse, vamos a consumir menos, mejor y con menos impacto. Esto es en lo que deberíamos estar reflexionando. En los ODS (Objetivo de Desarrollo Sostenible), que es la agenda de la ONU para el desarrollo sostenible para el 2030, la producción y el consumo sostenible son el punto número 12. Entonces, es algo que ya realmente se sabe que debemos hacer. Pero bueno, va calando poco a poco.

La periodista madrileña, durante la entrevista con lavozdelsur.es. FOTO: MANU GARCÍA.

¿Es el consumismo la principal causa de la devastación del planeta?

Más que el consumismo es cómo se está produciendo, los modelos productivos. Porque al final se tiende a culpabilizar al consumidor y los consumidores somos muy ignorantes de lo que está pasando. La responsabilidad es de las empresas y de las administraciones que no paran esos abusos y expolios de recursos, esa explotación infantil o humana. Al final parece que es que los consumidores tenemos la culpa de todo, cuando somos el último eslabón y nadie queremos estar comprando ropa con niñas esclavas detrás. Eso nadie nos lo cuenta. Parece que como tú quieres consumir ropa barata, tienes que hacer esto. No, no, perdone. Yo quiero consumir una ropa razonable de precio, pero usted tiene que hacer las cosas bien. Al final, que nosotros estuviésemos pagando una ropa que permitiese a las trabajadoras vivir bien, supondría subirle a esta camiseta, unos 30 céntimos. Dime quién no pagaría eso. El problema no es el consumismo, el problema es el modelo productivo neoliberal, que está basado en un beneficio sin cuestionamientos éticos y que acaba generando abusos sociales y medioambientales muy graves que llevan a la situación de cambio climático, de brecha social y de un mercado laboral cada vez más precario. Niveles de residuos nunca vistos... Eso lo está provocando el modelo productivo.

¿Puede entenderse un consumo responsable y sostenible sin el fin del patriarcado y del capitalismo?

Para mí no. Yo creo que el consumismo que tenemos es un consumismo heteropatriarcal, creo que las mujeres son las más abusadas del modelo productivo, son las más explotadas en todos los sectores, desde la agricultura hasta la moda. Pero además, luego, somos ese objeto de consumo en el que se rentabiliza nuestro malestar. Las revistas, los anuncios y todos los mensajes que recibimos las mujeres desde la publicidad, nos hacen sentir mal, inseguras, para que sigamos consumiendo productos. Entonces, somos la víctima del modelo productivo y la víctima a la que se nos dirige el consumismo. Hay unas estadísticas muy claras de que cuando hay mucha más inseguridad ciudadana, los taxis recaudan mucho más. Cuando existen estas cosas, como lo de La Manada, las mujeres tenemos más miedo, cogemos más taxis, y eso repercute en el consumo. Cuando más inseguras estamos con nuestro cuerpo más cosmética y más moda producimos. Las mujeres somos doblemente explotadas por el modelo heteropatriarcal de la sociedad de consumo.

Las mujeres somos la víctima del modelo productivo y la víctima a la que se nos dirige el consumismo

¿Y cómo interviene la globalización en la sociedad de consumo y el modelo de producción actual?

Claro, a partir de los años 70 —hay varias oleadas de globalización, en los 70, 80, 90 y 2000—, las grandes empresas, tipo Nike, que habían producido en EEUU, empiezan a sacar la producción fuera. Eso se empiezan a llamar las empresas huecas, porque la producción de la ropa ya se empieza a hacer en Asia. Eso tiene un impacto del transporte brutal, pero luego tiene un impacto en el mercado laboral muy gordo. Porque se empiezan a sacar en países donde se pagan muy bajos sueldos. Con lo cual, en todo el mercado laboral, porque estamos en un mundo global, en Occidente empezamos a competir con esos bajos sueldos. Entonces, que estén pagando bajos sueldos allí, nos repercute en que se precarizan nuestros sueldos en Occidente.

La globalización tiene una gran culpa de cómo se están produciendo y consumiendo nuestros bienes y servicios. Y ha sido un modelo implantado por la economía neoliberal. Y es en la que se ha basado todo esto. Genera unos impactos socioambientales brutales, porque además se deslocaliza la producción muchas veces a países donde las normas medioambientales son muchísimo más laxas. Tenemos todas esas repercusiones, por ejemplo, de la industria textil, en los ríos de México, India, Bangladesh... Y luego hay pequeñas relocalizaciones, por ejemplo en Italia, en una zona de levante, más dedicada al cuero, a la marroquinería, que está ahora trayendo a trabajadores bangladeses y senegaleses para hacer una especie de deslocalización en Italia, al mismo nivel de explotación, pero para que se pueda poner la etiquetas europeas. Y esto suelen hacerlo las marcas de lujo europeas, italianas y francesas. Entonces, este modelo de la deslocalización tiene mucho que ver con todas las perversiones y disfunciones del sistema.

¿Qué es lo que no cuenta la publicidad sobre los productos que anuncian, deberían contar todo lo que hay detrás?

Este fenómeno se llama fetichización de la mercancía. ¿Qué quiere decir? Te están vendiendo el universo aspiracional, pero tú no sabes la trazabilidad de ese producto. Se genera un fetiche, que es el producto, pero tú no sabes la historia que hay detrás de ese producto. Eso lo hacen todas las empresas, desde el momento en que Nike te está diciendo Just do it, y te vende a todos esos súper deportistas, están explotando a las trabajadoras que hacen las zapatillas que luego llevan esos deportistas. Realmente ahí hay una distorsión muy grande, de la imagen que nos venden las marcas y lo que realmente hay.

Pero la culpa no es de la publicidad, los publicitarios hacen lo que tienen que hacer, que es vender el producto, la culpa es que nosotros nos creemos que la publicidad es información. Esa información de cómo se están haciendo los productos nos la debería de estar dando la prensa, los medios de comunicación. ¿Qué pasa? Que los medios muchas veces son cautivos de sus grandes anunciantes, entonces no van a ir buscándoles las cosquillas a según qué corporaciones.

Brenda Chávez durante su ponencia en la I Feria de Economía Social en Jerez. FOTO: MANU GARCÍA.

¿Debe la revolución feminista poner sobre la mesa el consumo de masas, hablar de un consumo responsable y sostenible y pasar así a los valores femeninos de comunidad y reciclaje, y no a los "valores machistas que son depredadores del medioambiente"?, como dijo la investigadora feminista María Pazos en una reciente entrevista con este medio. 

Completamente, al final cuando estamos hablando de un consumo responsable también estamos hablando de un consumo feminista. Estamos hablando de que las mujeres somos las peores pagadas de todo el modelo productivo. Lo que hablábamos antes, existe una doble explotación. Además se nos utiliza como objetos sexuales para vender productos, pero también se ceban en nuestro malestar para vendernos productos a nosotras. Las mujeres somos, además, las prescriptoras del 80% del consumo del hogar, con lo cual, si las mujeres nos empoderamos con el consumo, no solo estamos teniendo un gran impacto en el modelo productivo, si no que estaremos ayudando a otras mujeres a que no estén explotadas. La economía feminista habla de esto, de los cuidados que son esa punta del iceberg, que están por debajo, que permite que la economía sea productiva. Pues bien, toda esa parte, la posibilidad de la vida, la sostenibilidad de la vida, la tenemos muy clara las mujeres. Y sin la sostenibilidad de la vida no existe un modelo productivo, sea el modelo que sea. Entonces yo creo que sí, cualquier tipo de evolución desde el consumo, de reacción, de posicionamiento, siempre tiene que ser feminista. Somos el 50% de la población del mundo, no se puede tomar ninguna decisión sea del tipo que sea, sin tenernos en cuenta a nosotras.

Para terminar, ha escrito sobre moda en Vogue, Cosmopolitan, Elle... Ahora es una consumidora consciente de todo lo que hay detrás del mundo de la moda, ¿ha vuelto a publicar sobre lo mismo que escribía antes?

No, yo ya no escribo sobre moda convencional, solo escribo de moda sostenible. Y los medios para los que escribo, en este caso en El País, saben que escribo solo de moda sostenible. No compro ya moda convencional. Trabajé en Vogue como redactora jefe, como subdirectora en Cosmopolitan, me conozco muy bien cómo funcionan esas marcas, no consumo esas marcas. De hecho este pantalón es orgánico, de una firma alemana, esta camisa es también orgánica, de una firma española en una tienda en Madrid de The Circular Project. Intento ser lo más coherente posible.

Los medios femeninos lo único que hacen es incitarnos al consumo
La moda es el segundo sector más contaminante. Realmente nos venden un glamour que no es tal. Y además, hay una cosa que a mí siempre me ha perturbado mucho que es la objetualización que hacen de las mujeres y de cómo muchas veces a las mujeres se las utiliza, primero como un escaparate, y luego se les mete una serie de inseguridades para que estén consumiendo constantemente. Si tú coges una revista femenina —que era a lo que me dedicaba yo antes y que fue un trabajo que dejé voluntariamente— empiezas a sacar las páginas de shopping, de moda... Te quedas con siete páginas de contenido real. Los medios femeninos lo único que hacen es incitarnos al consumo, porque parece que las mujeres nos realizamos a través del consumo. No. Tenemos cerebro y nos interesan muchísimas más cosas que las compras de cualquier tipo. Este es el tipo de periodismo al que me quiero dedicar, el tratar a las mujeres con respeto y con la inteligencia con la que creo que nos tenemos que trabajar y que respetar todas.

Sobre el autor:

claudia

Claudia González Romero

Periodista.

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