"Aquí existe la desigualdad de sueldo, simplemente por el hecho de ser hombre o mujer", afirma Esther Chapinal, bióloga de 38 años de edad. Habla del Hospital Universitario Puerto Real, donde trabaja desde hace dos meses como data manager llevando bases de datos de cierto perfil de pacientes. Ella es consciente de la desigualdad salarial sistémica que existe en la Junta de Andalucía. Sin embargo, está encantada y celebra estar trabajando. Desde que en 2011 el Gobierno central empezase a estrangular los fondos destinados a la ciencia, la tecnología e innovación, el presupuesto se ha recortado un 30%, provocando que 27.000 científicos fueran al paro y 37.000 de ellos emigrasen al extranjero. Esther, natural de Jijona y residente en Jerez desde 2014, confiesa que tuvo la oportunidad de marcharse a Boston a llevar a cabo una investigación científica, pero que apostó por su tierra, por quedarse en España.

Chapinal estuvo desde 2005 hasta 2011 como técnico superior de laboratorio en el Hospital Universitario Doctor Negrín, en Las Palmas. Allí trabajó con un pequeño equipo de investigación aislándo células para intentar caracterizarlas con el cordón umbilical. "Fuimos pioneros y competíamos contra un grupo de Singapur", destaca la bióloga de bata. "Y estuve allí hasta que se me acabó el contrato con la crisis", añade. Ella fue una de las miles de científicas que perdieron su puesto de trabajo a cuenta de los recortes en I+D+I. "Parece que para el Gobierno son solo unas siglas que no sirven para nada más, y es una pena. Estamos yendo para atrás como los cangrejos", ríe.

Sara Haro, ambientóloga de 28 años de edad y recientemente premiada en un congreso internacional celebrado en Reino Unido, también sabe que en España el principal problema es la financiación. Recursos económicos, además de herramientas de trabajo, que sí consiguió durante su breve estancia en Dinamarca para su doctorado. "Allí te dedicas a investigar, escribir los resultados y a escribir. Aquí no, aquí te lo tienes que montar absolutamente todo", comenta. Haro, originaria de Gilena (Sevilla) y residente en Cádiz desde hace dos años, está realizando una investigación sobre los microfitobentos (microalgas que crecen en los sedimentos) en la Facultad de Ciencias del Mar de la Universidad de Cádiz, proyecto "que me está costando muchísimo sacar adelante". Con la crisis financiera de 2008, "la ciencia perdió presencia en todos los niveles", señala la sevillana. Pero además, la mujer fue la que más sufrió este varapalo.

Desde que la ONU proclamase en 2015 que el 11 de febrero sería el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, para conseguir la igualdad de género en este ámbito, las cifras no han mejorado mucho. En España solo hay un 39% de mujeres investigadoras y el número de catedráticas y profesoras de investigación del CSIC (Consejo Superior de Investigación Científica) no llega al 25% frente al 75% de los hombres. Y en cuanto a estudios, el 38% de los chicos optan por estudiar carreras de ciencia, ingeniería, matemáticas o arquitectura, mientras solo lo hacen el 15% de las chicas.

Si a día de hoy continúa habiendo profesiones eminentemente de hombres, véase trabajos como la tonelería o la construcción, esta escena no se repite en la ciencia. Tanto Haro como Chapinal estudiaron en clases pobladas de mujeres. Sin embargo, cuando optan a los mismos puestos de trabajo, ellas se encuentran contra un techo de cristal que no las deja ocupar los cargos de mayor responsabilidad. El poder, sigue siendo cosa de hombres.

"En la universidad se hacen la cama más los unos a los otros. No sé si es cosa de amiguísimo o de género, pero casi todos los catedráticos son hombres; mujeres hay muy poquitas", expresa la bióloga jijonenca. "A día de hoy puede que los hombres, en la universidad, tengan puestos mayores. Y por lo menos, en mi caso, simpre tengo la sensación de que no me toman en serio, pero puede ser también por la juventud", enlaza la ambientóloga. Ambas comparten que su gran pasión es la investigación, profesión que actualmente sí se puede permitir ejercer Sara Haro, y que Esther Chapinal no. ¿Por qué? La conciliación familiar. "A la hora de acceder a determinados niveles, ellos siguen teniendo más acceso, más facilidades. Investigar y ser madre es un poco incompatible", expone la sevillana como uno de los grandes debates de la mujer en la ciencia.

"Terminas tus estudios superiores, empiezas tu carrera científica, la vives, la disfrutas, pero llega un momento cronológico en el que si tienes que ser madre, lo tienes que ser ahora", apunta Chapinal, madre soltera de un bebé de año y medio. "Te quitas la bata y te pones la bata de la casa. Pero porque es así como está montada la sociedad, porque los hombres no hacen eso", continúa. "Culturalmente nosotras tenemos que sacrificarnos más. ¿Por qué tengo que sacrificarlo todo y el padre no? El niño es para la madre, y nosotras caemos en el juego. Yo cuando estuve buscando trabajo, me sentí muy mal, me sentía que tenía que dar explicaciones de por qué buscaba trabajo porque me sentía como si yo no quisiese a mi hijo", termina. En su caso, Sara Haro explica que el padre no tiene problemas a la hora de marcharse al extranjero para una investigación, mientras que si una mujer lo hace, es juzgada y tachada de ser una mala madre. "¡Ah! Prioriza su vida laboral a su hijo, dirían".

Más allá de las dificultades para llegar a los cargos de poder o de la conciliación familiar, las científicas también carecen de mujeres referentes actuales, ya que en parte aquellos hombres que dominan los grupos de investigación se llevan todos los méritos invisibilizando el trabajo de las investigadoras. "Por ejemplo, mi primer jefe en las Palmas me robó unas cuantas ideas, aunque no creo que fuese por el género, sino por el rango", incide Chapinal. "Tienes una primera impresión de que la mujer está menos valorada en la ciencia y mis compañeras también tienen la misma sensación, pero sobre todo en el ámbito universitario, no en el equipo de trabajo", comenta Haro, al tiempo en que reivindica: "A nivel de investigación, las mujeres tenemos que luchar".

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Claudia González Romero

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