Nuestro cada vez más entendido, refinado y exigente paladar no da ya por buena cualquier hamburguesa. Hasta ahora, apenas atendíamos a la calidad de la carne, a su procedencia o al punto ideal de plancha o procedencia. Tampoco a la textura y consistencia de un pan que rara vez aguantaba un contenido cargado además de embutidos, salsas, vegetales y encurtidos. Aunque a nadie amarga un bocado, y yo mismo me entrego sin problemas de tarde en tarde a los placeres de la comida rápida con un Whopper o un Mac, esta vez me apetece explorar en alguno de los locales donde trabajan los tradicionales bocadillos con carne picada pensando en los clientes más sibaritas. Busco la hamburguesa perfecto y, aunque hay otras opciones interesantes, recuerdo el buen rato que pasé hace unos meses en Flanagan, el trocito de Brooklyn en el corazón del Polígono de San Benito, ¿recuerdan?

Hemos quedado para un nuevo capítulo de A Boca Llena TV con Claudio Bat, su jefe de sala y excelente profesional del mundo de la hostelería. Claudio es un italiano afincado en España desde hace diez años al que conozco de mis asiduas visitas a La Roma, que me pilla a dos manzanas de casa. Atento y eficaz como siempre, nos explica con detalle lo que se cuece en la rebotica de Flanagan y que les mostramos en el reportaje que ilustra este vídeo blog. Hace unos años era impensable que pudiéramos encontrar una hamburguesa de presa ibérica con chicharrones y queso payoyo. Tampoco era fácil imaginar una hamburguesa sin carne para vegetarianos a base de soja, pero con una textura agradable y reconocible. Todo esto es sintomático de los progresos que se han producido en la comida rápida.

Suculentos manjares en Flanagan. FOTO: JUAN CARLOS TORO

Claro que en Flanagan tienen claro que las prisas son para los delincuentes y los malos toreros. Lo demuestran en la elaboración de las hamburguesas. La de angus, una carne con unas betas de grasa similares a las de la presa ideal para hacer filetes rusos, es la reina de la casa. Las hay de varios tamaños y peso y les da forma Juan Antonio, un experto en la materia que ya nos hacía felices en su etapa como cocinero de Majareta Flanklin. Bubu, como le conocen los amigos, corta inicialmente la carne a cuchillo antes del picado definitivo que le da forma respetando la materia prima.

El local es amplio y cuenta con mesas normales y otras corridas muy del estilo de las hamburgueserías neoyorkinas del siglo pasado, con serigrafiado de las ventanas incluido. Parece que en algún momento van a entrar por la puerta Woody Allen, Mia Farrow o Diane Keaton. Hay una zona infantil de juegos que agradecen los clientes con hijos y también el resto de comensales. Ocupo mesa junto a Claudio bajo un gran mural presidido por la fotografía en blanco y negro del mítico boxeador de origen irlandés que le da nombre al local. La carta está cuajada de platos sin gluten y sin lactosa, lo que la convierte en un sitio ideal para celíacos. En principio, van a marchar unos entrantes y luego el protagonismo será del costillar, el rey de la casa, y la hamburguesa, la reina.

Debe ser el impacto que ha tenido el A Boca Llena TV que dedicamos al Noor Mahal por lo que no me han ofrecido refresco, sino una copa de Tío Pepe. Si el vino de Jerez fue el mejor acompañante para elevar el picante, las especias, el pollo, el cordero y los vegetales del nuevo indio de El Bosque, está llamado a hacer también lo propio esta vez con el pepinillo, las alcaparras, el ahumado del bacon, el cheddar, la salsa barbacoa, la salsa agria y la carne. Un plato rebosante de color llena toda la mesa. Son unos nachos con todo.  O mejor, un todo con nachos, porque los trozos de tortilla de maíz están literalmente enterrados en carne, queso, sour cream, guacamole, jalapeños… Sin embargo, el crujiente de los nachos está intacto. El picante está presente, pero sin exagerar. Una gran fiesta para empezar.

Las alitas de pollo bañadas en salsa barbacoa y hechas sin prisa y a baja temperatura son un vicio. Tienen mucha carne y están sabrosas, pero procuro no abusar para no llenarme demasiado pronto. Con la patata asada con su piel y bañada en bacon y cheddar, tres cuartos de lo mismo. En Flanagan presumen de costillar. No es para menos. Es un tratado contra la comida rápida. Horneado durante doce horas a baja temperatura, la carne de cerdo ibérico se separa del hueso sólo con tocarla con el tenedor. Maravilloso. Acompañado de una copa de oloroso Alfonso, mejor aún. Y por sólo doce euros.

Probamos dos tipos de hamburguesas. La tex mex, con un cuarto de kilo de carne de angus en su punto, lleva salsa agria, guacamole, pepinillo y pico de gallo. Los trozos de carne que salen del filete al contacto con el cuchillo dejan claro que en Flanagan la hamburguesa no es una masa compacta de carne, sino un filete bien picado. Impecable. También la Rubens, con pepinillo, panceta y huevo poché, acompañadas ambas por patatas de la colonia de Sanlúcar con su piel. Un brownie de chocolate blanco con nueces y bola de helado con frutas del bosque que se va derritiendo sobre el bizcocho caliente es un buen epílogo para un almuerzo neoyorquino que empezó con un antojo y terminó con un almuerzo generoso y sabroso a partes iguales.

Flanagan. Avda. Cruz Roja, 10-12. 11407 Jerez (Cádiz). Abierto de miércoles a lunes, de 13.30 a 16.30 y de 19.30 a 12. Martes, cerrado por descanso. Teléfono de reservas: 956 77 63 25.

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