"Que Jerez pierda su identidad es muy grave, es el principio de una hecatombe global"

Díez Mérito, edificio que lleva años abandonado.
Díez Mérito, edificio que lleva años abandonado. MANU GARCÍA

Fernando Aroca Vicenti, historiador del Arte, habla sobre la pérdida de uno de los elementos más significativos del urbanismo jerezano, sus centenarios cascos bodegueros, muchos de los cuales ya han desaparecido.

En el siglo XIX, en Jerez se llegaban a contar hasta 500 cascos bodegueros. Dos siglos después, los que se mantienen en pie, y además con su original función vinícola, apenas son unas decenas. Partiendo de esa premisa, el historiador del Arte Fernando Aroca Vicenti (Jerez, 1960) ha impartido una conferencia dentro del ciclo La ruina del mes que desde hace un tiempo organiza la Asociación de Vecinos del Centro Histórico. En el caso de Aroca, su charla ha versado sobre Una identidad que se pierde: la arquitectura bodeguera en el Jerez intramuros. lavozdelsur.es ha querido hablar con él horas antes de esta conferencia, desarrollada en las instalaciones de las bodegas Fundador, pero el punto de encuentro no ha sido precisamente el centro histórico, sino el entorno de Madre de Dios, lugar donde se ubican las antiguas bodegas Díez Mérito, paradigma de la dejadez del patrimonio en Jerez. El lugar escogido tiene también su porqué. Aquí impartió clases Fernando, cuando el edificio acogió Turismo y Relaciones Laborales, por lo que le duele especialmente en el alma ver el estado que presenta actualmente. Para cuando nos disponemos a retratarlo, cuatro policías nacionales dan vueltas y miran hacia el interior, cómo buscando a alguien. Quizás a otro más de esos que poco a poco han ido llevándose hasta los hierros de las verjas y los balcones.

Cuenta Fernando que el proceso de difusión de las bodegas en Jerez tiene lugar en el siglo XVIII, momento en el que se crea la industria del vino tal y como la conocemos hoy, cuando se pasa de exportar el mosto a plantear elaborarlo en Jerez a instancias de un grupo de bodegueros. “Al almacenarse el vino era necesario la construcción de grandes espacios bodegueros y es cuando comienzan a expandirse tanto en el centro como en el extrarradio las bodegas. Lo que ocurre es que al principio los propios bodegueros tenían impedimentos por los párrocos, que veían cómo desaparecían casas para convertirse los solares en bodegas, y ellos no querían porque eso les hacía perder feligresía. Sin embargo la realidad se antepuso a eso y se fueron diseminando por toda la ciudad, y eso es lo que identifica verdaderamente al urbanismo de Jerez”. En este sentido, Aroca señala que “siempre digo que Jerez tiene un gran patrimonio monumental, pero si algo lo identifica, junto a las otras dos ciudades del Marco, El Puerto y Sanlúcar, es cómo las bodegas conviven con el caserío y forman parte del trazado urbano”.

Al principio, la construcción de esas nuevas bodegas seguían unos parámetros meramente funcionales e industriales. “Hasta el siglo XX sigue los mismos esquemas tradicionales: una planta rectangular, pilares, en algunos casos arquerías, la techumbre a dos aguas con techos de vigas de madera y cubierta exterior de teja. Es una arquitectura muy simple, pero lo que le da carácter es esa cantidad, tantos edificios de esa tipología en el centro y que conviven con el resto de edificios. En otros lugares las bodegas son subterráneas, pero aquí no, porque el vino de Jerez necesita una oxigenación y eso da pie a que la bodega forme parte del tejido urbano”. De ahí que los viajeros románticos, como Gustavo Doré o el barón de Davillier, en sus visitas a Jerez, llegaran a definir a las bodegas jerezanas como “catedrales del vino”. Conforme pasaron los años y el poder de los bodegueros era mayor, las bodegas fueron construyéndose con fachadas en piedra, algunas con ornamentación, a finales del XIX incluso se empiezan a utilizar materiales como el hierro —bodega La Concha— o ya en el XX el hormigón armado. "La bodega jerezana se adaptó también en la época contemporánea a los nuevos modelos constructivos al margen de lo tradicional".Sin embargo, el final del siglo XX no le sentó bien a la industria vinícola jerezana. La crisis que vivió el sector, con un parón en las ventas, provocó el cierre de bodegas y el abandono de muchos cascos, tanto en intramuros como en otras zonas, si bien algunas se reconvirtieron en supermercados, talleres, oficinas y en los últimos tiempos incluso en discotecas, restaurantes, gimnasios o viviendas, algo que por otra parte no es nuevo. “La reutilización de los cascos es tan antiguo como la creación de esas propias bodegas. Ya en el siglo XVIII hay bodegas que se convierten en cuarteles de caballería y de infantería. Hablamos desde 1760, con lo cual la importancia de la bodega se ve en que no solo hace un gran servicio al vino, sino también a otras actividades”.

Pero no siempre se ha optado por esa reutilización. Uno de los últimos casos de derribo es el que se llevó a cabo en 2016 para levantar una promoción de viviendas en la calle Paúl, si bien, centrándonos en intramuros, también se han perdido muchos. “Quizás los casos más flagrantes han sido en la calle Carne, a la entrada por la calle Florinda. Allí hay un casco bodeguero precioso que está destechado. Otro caso es el de la calle Cordobeses, donde se han perdido unas cuantas bodegas e incluso se ha perdido el trazado de la calle. De hecho han tenido que levantar una tapia para delimitar el sentido de la vía, porque se ha perdido el espacio. Y luego por cualquier parte del casco histórico vas a encontrarte con cascos que si no se han perdido están a punto de caerse. Por ejemplo, frente al palacio Ponce de León, donde estaba el tabanco del Duque, que era una bodega muy antigua, de las más antiguas del centro. El panorama es bastante desolador”.

Para Fernando Aroca “esto no es un fenómeno aislado, es un ramal de toda esa situación de cómo está el patrimonio histórico-artístico en Jerez, que a su vez es la falta de un proyecto de ciudad, porque en Jerez ahora mismo no lo hay global, algo que dinamice todo. El patrimonio debe generar riqueza, no solo hay que restaurar para decir qué bonita es esta iglesia o esta bodega, es algo que genera riqueza y atrae turistas, y así es como se deben plantear estas cosas. Cuando nosotros estamos reivindicamos la conservación del patrimonio no hablamos en un sentido chauvinista, es porque esto forma parte de la ciudad y la dinamización de la ciudad debe ir por este camino”.

En cuanto a posibles vías de solución por parte del gobierno municipal, Aroca es pesimista. “El patrimonio en Jerez está bastante mal y vemos que no hay un verdadero interés, porque los sucesivos gobiernos municipales han hecho poco. Pacheco dejó un Ayuntamiento en bancarrota, pero los siguientes tampoco han hecho nada por paliar eso. Tú paseas por ese nudo entre plaza del Carmen y del Mercado, pasando por Juana de Dios Lacoste, plaza Belén… Eso es que ya peor no puede estar. Si no se interviene ya nos quedamos sin centro histórico, y que una ciudad como Jerez pierda su identidad es muy grave. Ahí te demuestra que esto es el principio de una hecatombe global”.

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Jorge Miró

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