¿Tiene futuro la democracia?

Un Estado será democrático si se relacionan de manera efectiva, dinámica y participativa dos de los elementos esenciales de todo Estado: poder y pueblo

Ángel B. Gómez Puerto

Profesor Ayudante Doctor de Derecho Constitucional (Universidad de Córdoba)

Detalle de la primera urna instalada en San José del Valle con la llegada de la democracia. FOTO: MANU GARCÍA
Detalle de la primera urna instalada en San José del Valle con la llegada de la democracia. FOTO: MANU GARCÍA

Recientemente, he participado como ponente en un coloquio para abordar un asunto amplio, complejo, poliédrico, en permanente revisión y debate, la democracia. El oportuno evento ha estado organizado y moderado por el Aula de Oratoria y Debate de la Universidad de Córdoba y tuvo lugar en un espacio extraordinario, el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba. En el mismo hemos participado docentes universitarios de Historia, Sociología y Derecho. El coloquio fue abierto por el Presidente del Consejo Social y por el Director General de Estudiantes de la Universidad de Córdoba.

Pretendo expresar en este texto las respuestas a las preguntas formuladas y las conclusiones que expresé para mejorar nuestro actual Estado democrático.

Se planteó inicialmente la cuestión de qué es la democracia del siglo XXI, cuáles son sus actuales características identitarias y si cabe democracia sin la conocida separación o división de poderes del Estado. En este momento histórico, el reto democrático debería ser la ampliación de las posibilidades de participación política de la población y la mejora en la conexión pueblo-representantes políticos. A este respecto, considero que el principio democrático ha de estar presente en los tres poderes, Legislativo, Ejecutivo y Judicial. La separación de poderes es una de las características del Estado de derecho, el primer estadio de la organización racional del poder que conocemos como Estado, que tiene su origen en las revoluciones liberales de final del XVIII y el XIX. Luego vendrían el Estado democrático (acceso paulatino de la población al poder con el sufragio censitario (y capacitario), sufragio masculino, y sufragio universal, con la consecución, que no fue sencilla, del sufragio activo y pasivo femenino; y por último, el Estado social, con un componente activo para mejorar las condiciones materiales de la vida de la población, la felicidad. Estas dos dimensiones del Estado, democrática y social, son la clave para una conexión estrecha poder-pueblo.

Se planteó también si es una utopía el sufragio universal y si existen sistemas alternativos de elección de los gobernantes como puede ser la lotocracia. Mi respuesta fue clara, el sufragio universal no es una utopía, es una condición básica, mínimo, para que podamos hablar de un Estado democrático. No creo que lotocracia, elección por sorteo de los representantes políticos, deba ser un sistema completamente alternativo, podría ser objeto de experimentación en comunidades pequeñas. Soy más partidario de que las personas que quieran presentarse a unas elecciones lo puedan hacer como una candidatura uninominal y que se garantice igualdad de armas con los partidos políticos. Lo que creo que hay que revisar y reformar es el actual Estado de partidos, un régimen constitucional cuasi monopolístico para los partidos políticos fruto de un pacto entre partidos políticos (transición) tras 40 años sin partidos políticos.

En tercer lugar, se abordó el sistema de participación política y las implicaciones que presenta la democracia participativa. Afirmé en el coloquio que vivimos en una democracia típicamente representativa, democracia liberal, con algunas correcciones de democracia directa como el referéndum y la iniciativa legislativa popular (ILP). Pero, lamentablemente el referéndum prácticamente no se ha utilizado en 45 años (en 1986, en el referéndum sobre la OTAN; y en 2005, Tratado de la Constitución Europea). Y el instrumento de la ILP, tiene demasiadas exigencias y con materias vedadas. Creo que hay que reformar ambos instrumentos de participación directa: el referéndum debería poder pedirse por una parte de la población (con firmas) y debería ser vinculante su resultado (actualmente consultivo), y deberían suavizarse las exigencias para la ILP (en estos 45 años se han presentado 60 y solo 2 la Mesa del Congreso autorizó pasarlas a debate).

En cuarto lugar, se nos preguntaba si España es una sociedad democrática avanzada, tal como establece el Preámbulo de nuestra Constitución de 1978. Considero que España sí es una democracia representativa clásica, pero no una sociedad democrática avanzada: no se ha dado opción al pueblo de participar en referéndum salvo en dos ocasiones excepcionales, en las escasas reformas constitucionales que ha habido (el artículo 13.2 en 1992 y el 135 en 2011, o la reciente reforma del artículo 49) no se consultó en referéndum al pueblo (es cierto que por el sistema de reforma constitucional no era preceptivo, pero los partidos proponentes podrían haber consultado, ni hubo un 10% de los diputados que lo pidieran).

Para ser una sociedad democrática avanzada no basta solo con votar. Además, uno de los tres poderes, el Judicial, no está realmente democratizado. Me explico, el poder judicial en España lo conforman los 5.500 jueces que juzgan y hacen ejecutar lo juzgado. Y su órgano de gobierno, el CGPJ, lleva 5 años fuera de la Constitución, con su mandato caducado. Yo propongo la elección popular de dicho CGPJ, de entre personas juristas de reconocida competencia que decidan presentarse a dicha elección.

Por último, se nos planteó qué limitaciones o déficit democrático presenta el actual funcionamiento del Estado constitucional y qué reformas podrían presentarse para conseguir un Estado más democrático. Expresé que es la poca participación de la población en la toma de decisiones relevantes, y el hecho de que los partidos políticos (o sus cúpulas) tengan actualmente mediatizado las posibilidades de participación política o la renovación parlamentaria de órganos constitucionales clave como el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) o el Tribunal Constitucional (TC).

Estas son las propuestas que formulé, que de manera extensa se recogen en mi reciente ensayo Los partidos políticos en la Constitución, las entrañas de la democracia (Dykinson, 2024): listas abiertas en todos los procesos electorales, eliminar las actuales listas cerradas y bloqueadas, que producen que las cúpulas de los partidos políticos sean, de facto, la dirección del Estado; primarias abiertas obligatorias para la elección de las candidaturas electorales; posibilidad de referéndum a petición del pueblo y que sea vinculante el resultado; posibilidad de candidaturas ciudadanas uninominales; que las promesas electorales tengan que registrarse en un registro público y que tenga consecuencias su incumplimiento injustificado (revocación del cargo, no poder volver a ser candidato…); elección popular, de entre juristas, del CGPJ y del TC, o la elección popular abierta de la persona titular de la institución del Defensor del Pueblo.

Reflexiones finales que expresé en el coloquio:

Democracia es poder del pueblo. Un Estado será democrático si se relacionan de manera efectiva, dinámica y participativa dos de los elementos esenciales de todo Estado: poder y pueblo, en el sentido de que el poder sea ejercido, al menos de manera indirecta, por la población mayor de edad de un territorio (tercer elemento).

Democracia no solo es votar de manera periódica para elegir a nuestra representación política. Este es el mínimo contenido para considerar que un Estado es democrático, en el sentido de democracia representativa liberal.

Para que podamos considerar que vivimos en una sociedad democrática avanzada se ha de contar con la voluntad del pueblo de manera permanente, o lo más constante posible: referéndum, ILP, órganos administrativos de participación, etc. La digitalización posibilita la implementación de herramientas de participación política.

Asunto clave también para que podamos disfrutar de una sociedad democrática avanzada es la educación / formación sobre la democracia, sobre la importancia de participar en la vida pública, política, en el cuidado del bien común, que también es contar con una democracia. Esto es clave para evitar futuros colapsos democráticos ante tentativas autoritarias.

En España, creo que es necesario que un nuevo poder constituyente ejerza sus facultades para una nueva Constitución. La inmensa mayoría de la actual población no pudimos votar, por razones naturales, la actual Constitución. Creo que esto dinamizaría nuestra democracia e implicaría a la población joven en el proceso democrático.

Realmente, este coloquio-debate sobre Democracia del pasado 13 de marzo, resultó un espacio de libertad de expresión y reflexión muy interesante, con amplia participación del público en la fase de coloquio posterior a la intervención de las personas que tuvimos la oportunidad (y privilegio) de poder exponer nuestras consideraciones y propuestas.

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