“¿Esto es un coro o esto qué es?/ A la una, a las dos y a las tres,/ aquí canta el hombre/ también la mujer/ y a quien no le guste lo siento por él”. Cuando el coro mixto de Adela del Moral cantó este estribillo de La viudita naviera en plena final del Concurso de Agrupaciones del Carnaval de 1986 pasó lo que cabe esperar cuando alguien derriba un mito que se cree incuestionable e inamovible. De poco sirvió que, en 1981, ya fuese de las primeras mujeres en pisar el Teatro Falla. Esa tensa noche de 1986, parte del público fue incapaz de asumir —entre otras decisiones de ese año— que un coro integrado por mujeres adelantase, y finalmente ganase, a otros reputados de hombres.

En pleno COAC de 2018, donde la revolución feminista pide paso, esa final —donde los insultos de “puta” y “cabrón” quedaron inmortalizados en la retransmisión de TVE— se antoja lejana y convenientemente recordable. “En aquel momento algunos no fueron capaces de admitir quedar por detrás del coro mixto”, rememora la propia Del Moral, directora y autora de la música de un grupo que hizo historia. Más de tres décadas después, en una fiesta sin ninfas, con coros mixtos normalizados y con las actitudes machistas señaladas por la iniciativa Carnaval Feminista, la pionera del tango se siente orgullosa y prefiere quedarse con el buen recuerdo de su conquista.

No fue fácil convertirse en el referente que es hoy. Fue una carrera de fondo que arrancó en la calle, en 1980, con el coro ilegal Jomeini y sus secuaces. En un momento en el que las callejeras eran escasas, el hecho de que una de esas agrupaciones fuese de hombres y mujeres la hacía más excepcional. “Recuerdo que nos pusimos un velo porque nos daba cierto reparo cantar en la calle”, apunta la autora. Lo suyo era, ante todo, una reunión de amigos, matrimonios principalmente, con ganas de disfrutar. Pero ni un año pasó en hacer historia: “Nos inscribieron en el Concurso sin saberlo. No teníamos ni orquesta. Fue una locura, una inconsciencia”.

Con sus Mariscaores gaditanos de 1981, la mujer pisaba por fin el Falla justo en un concurso en que concurrió otro coro mixto más. “Fue el coro La gran locura, que solo salió ese año”, como rememora Del Moral. La incursión femenina en el Carnaval no fue fácil: “No tenía referencia de la voz de las mujeres para afinar. Además, el coro se recibió con críticas y gente en contra. Llegaron a decir que el tango no era mío, sino de mi padre, pero lo hacíamos porque nos gustaba y nunca pensamos en dejarlo”. La trayectoria del coro mixto o “coro de las niñas”, como también se conocía, se hizo imparable. En más de una década, se alzaron con dos primeros premios del COAC (La viudita, en 1986, y Watutsi, en 1987) y llegaron a la final en diversas ocasiones.

Sin embargo, la batalla más intensa del coro de Adela del Moral estuvo en el machismo tópico imperante, actitudes venidas, en más de un caso, de las propias mujeres. “Recuerdo que algunas me decían, pero, ¿cuándo haces la comida?. Yo les respondía que mientras que ellas se acostaban a las diez yo lo hacía a la una”, explica entre risas. Porque en la conciliación también tuvo algo que decir el coro mixto. Al ser parejas y matrimonios, la agrupación no dudaba en ensayar con los niños o llevar una batea infantil con sus hijos en el carrusel de coros. “Veíamos que éramos diferentes del resto. Eran años de mucho machismo, entre las mujeres, también. Era el tiempo en el que la mujer iba pegada a la batea siguiendo a su marido”, reconoce esta maestra de profesión.

Cada año el coro de Adela derribaba un mito y en 1986 llegó el primer premio, con la polémica incluida. En la retransmisión de TVE se aprecia cómo defendieron su posición con una gran actuación, pese a las caras de circunstancias y preocupación de buena parte de los componentes. “Se escuchaban insultos y hacían ruido para intentar boicotearnos”, rememora. Pero el rechazo no funcionó y eso que los intentos de frenar la trayectoria del coro vinieron por diversos frentes. “Incluso llegaron a proponer que los coros mixtos participasen como una categoría aparte. A lo que nos negamos, por supuesto”, explica la corista que fue concejal socialista en el Ayuntamiento, de 1999 a 2003. También tuvieron que luchar contra sus propios prejuicios: “Cuidábamos que los cuplés no fuesen muy bordes porque teníamos presión”.

El sueño terminó en 1997, cuando decidieron dejarlo, “aunque nunca fue por el machismo”, remarca Del Moral. La carnavalera siguió en la calle, con chirigotas y romanceros, pero siente que le quedó algo por hacer: “Me hacía ilusión sacar una chirigota de mujeres, es una espinita que tengo”. Ahora ve el Carnaval desde la barrera y se enorgullece de los logros conseguidos y de que, año tras año, se conquiste nuevas áreas de la fiesta. “Me encanta ver a la mujer en el escenario porque ofrece muchísimo. Ya está bien de tanto machismo”, añade Del Moral.

La autora cree que la igualdad seguirá su curso y apunta cuáles son los caminos por explorar: “Cada vez veo a más mujeres en comparsas, pero me gustaría que la mujer se atreviese más a componer también”. También desea que el género femenino se anime con la chirigota en el COAC. “Si hay tanta calidad de este género en la calle, ¿porqué no en el Concurso? El hombre hace el tonto igual que lo podemos hacer nosotras”, apostilla. Y, ante todo, tiene claro quién conseguirá que el feminismo conquiste lo que le queda: “Todavía queda un camino largo por andar. Todo depende de lo que la mujer quiera. Si ella quiere ser igual en el Falla, ella pondrá la igualdad”.

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Jesús A. Cañas Carrillo

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