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Probablemente, los Reyes Magos regalaron ayer a muchos conciudadanos televisores, móviles y relojes inteligentes. Atribuir la propiedad de la inteligencia a los objetos habría sido impensable hace unos años, pero actualmente aceptamos esto con naturalidad. Hoy también sabemos que los animales son inteligentes, en mayor o menor grado unos que otros. En efecto, la inteligencia ya no es un rasgo distintivo de los seres humanos. Incluso se habla de “inteligencia militar” (a pesar de la contradicción que Groucho Marx veía en tal expresión).

A mí me han regalado una planta inteligente. De hecho, todas las plantas lo son, en la medida en que son capaces de resolver problemas (esos problemas de la supervivencia que nos afectan a todos: conseguir comida, agua, cobijo, pareja …) y de adaptarse al entorno. Pero a muchas personas les cuesta todavía asumir esta realidad que cualquier jardinero comprende con el simple trabajo cotidiano en su jardín: que no es la inteligencia lo que nos distingue a los humanos de las plantas, sino nuestra necedad.

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