La reforma del Arroyo y su entorno lleva varios días en los papeles. Que si su aprobación definitiva, que si la petición a la Junta de Andalucía de que el inicio de las obras se posponga para después de la Semana Santa… ¡ni más ni menos que la del año 2022! (para que luego digan que el Ayuntamiento de Jerez improvisa sobre la marcha… tampoco cabe dedicar tamaña acusación a la Junta: debo decir en su descargo que el SAS acaba de dar una cita médica a este cronista para diciembre, eso sí, del presente año).
A la espera de la decisión final sobre el inicio de las obras -que además está pendiente de distintos trámites burocráticos- está claro que se trata de un tema que presenta varias aristas. En primer lugar, no hay el menor disimulo en poner a la Semana Santa como evento, digamos, ‘mediatizante’ de estas obras. Ni el gobierno municipal (socialista, por cierto) ni la Unión de Hermandades, claro, quieren ver hormigoneras ni empedrado levantado en el glorioso retorno, cabe suponer, de los desfiles procesionales en 2022, con lo que una semana del año se impone a las otras 51, así de simple. Ya, ya sabemos que la Semana Santa genera mucho dinero, que se trata de un evento que en Jerez mueve multitudes, que si el fervor… pero personalmente no me parece serio que este tema se plantee de manera tan evidente, tan abierta y a tan largo plazo, sin que hasta el momento se haya escuchado –es un poner- la opinión de vecinos y comerciantes. Si se posponen las obras, estaremos hablando de que su conclusión perfectamente podría ser más o menos en estas fechas dentro de dos años, y eso nos lleva a otro debate: la remodelación se inauguraría unas pocas semanas antes de las próximas elecciones municipales, por lo que el interés del gobierno municipal en su atraso bien podría estar ocultando razones de peso más allá de garantizar la magnificencia (contagiado ya de cómo se habla en clave cofrade) de los cortejos procesionales. Sabido es que hay una máxima de la política municipal –creo que es de carácter universal- que dice más o menos que “concentra el mayor número posible de inauguraciones al final del mandato”… al parecer el votante sigue siendo receptivo a la densidad de titulares de este tipo a la hora de escoger la papeleta… y da igual que al final el coste de estas obras ni siquiera salga del erario municipal, hay quien ni se entera o no le importa: si le gustan responderá de una manera y si no... si no pues según le afecte.
Acabamos de hablar de afectados: pues sencillamente son los vecinos y los comerciantes. A este cronista –que cabe recordar que vive cerca del entorno que se va a ser objeto de remodelación- le ha llegado a sus oídos que hay dos importantes comercios allí radicados que están pensando seriamente trasladarse a otras zonas de Jerez. La sensible caída de movimiento de personal en la zona tras la marcha de la comisaría de la plaza del Arroyo, la pandemia, los diez meses de obras que se anuncian (ya saben… uno o dos más… y por cierto, atentos a que, semana arriba, semana abajo, un año después de una Semana Santa suele haber otra, qué cosas) y las dudas que genera cómo quedará la zona una vez terminada la remodelación (hay quien piensa que, aunque necesarias, una vez más va la carreta delante de los bueyes) hace que haya quien esté sopesando muy seriamente en irse, algo que el tejido de la zona no puede permitirse. Hay que recordar que también el SAS expresó en su momento sus dudas acerca de la remodelación, ya que entendía que podía verse afectada la operatividad del servicio de urgencias que se presta en el centro de salud del centro…
A ver, que es un hecho incuestionable que Jerez no se puede permitir seguir teniendo tanto coche y aparcamiento pegado a un monumento como la Catedral, pero también lo es que el auténtico ‘dinamizador’ –por usar la jerga de los políticos y los periodistas- sería encontrar un uso atractivo para el edificio que hasta hace poco albergaba la comisaría de Policía Nacional (palacio de los condes de Puerto Hermoso), con la posibilidad de que pudiera convertirse en parador nacional como primera opción. El resto…
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