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Los pétalos de azahar de los naranjos amargos (Citrus aurantium) cubren cada primavera las calles de nuestra ciudad desde hace al menos 900 años. Además del naranjo amargo, en la Andalucía musulmana del siglo XII crecían cinco variedades de cidros (Citrus medica) y tres variedades de limonero (Citrus limonum), según cuenta el agrónomo andalusí Ibn al’Awwam en su Libro del Agricultor.

Este sabio sevillano citaba también otro cítrico llamado zamboa que aún no ha podido ser identificado con exactitud. La etnóloga Françoise Aubaile-Sallenave, del museo de Historia Natural de París, ha dedicado un estudio, publicado en Granada por el CSIC-ICMA, a ese misterioso pariente del naranjo amargo que crecía en Al-Ándalus. Tras plantearse la posibilidad de que pudiese tratarse de la primera referencia en Occidente del naranjo dulce o tal vez del pomelo, la investigadora concluye que lo más probable es que la zamboa no fuese, después de todo, sino un híbrido del cidro.

En cualquier caso, las palabras no engañan, sino que somos nosotros quienes solemos equivocarnos al darles un referente. La zamboa sin duda existió y era distinta del cidro, del limonero y del naranjo amargo, tal como Ibn al’Awwam aseguraba en su libro, seguramente con la misma sinceridad con la que Paul Éluard, mucho tiempo después de aquel, afirmaba en sus versos que la tierra es azul como una naranja.

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