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En vano nos enseñaron a temer al fuego mostrándonos el horror de las llamas del infierno cristiano, mahometano o pagano. El susto que producen la quema, la calcinación, el abrasamiento o el incendio nunca conseguirá acabar con nuestra fascinación por la candela, el cirio, la lumbre o el rescoldo.

La palabra fuego, del latín focus designa el hogar donde arde el fuego y, por extensión, a la familia. El fuego aporta calor, pero también luz, de ahí que “focalizar” signifique, literalmente, traer algo a la luz del fuego para poder verlo y conocerlo mejor. Cuando una familia es desahuciada, ¿adónde va el calor de su hogar? ¿Adónde su luz? El fuego que parece apagado a menudo duerme bajos las cenizas y puede despertarse violentamente cuando se aviva. Como dijo Focílides de Mileto, el pueblo, como el fuego y como el agua, son fuerzas indomables.

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