No hay verdad, está lo que llamamos posverdad. Solo importan las emociones. La verdad histórica o científica no tiene ninguna importancia. Decimos que algo es la verdad porque nos viene bien.

 

Los seres humanos tendemos a considerarnos especiales. Pero la historia nos ha enseñado que eso no es más que una ilusión. Pensábamos que la Tierra se encontraba en el centro, pero en realidad da vueltas alrededor del Sol, y este a su vez gira en torno al centro de la galaxia, que a su vez solo es una de las muchísimas galaxias que hay en el universo. El principio de la modestia cósmica exige que asumamos que tampoco somos nada especiales desde un punto de vista biológico.

 

A no ser que sea un imbécil, ninguna persona en su sano juicio se atreve a negar en el 2020, la presencia de naves extraterrestres y de sus tripulantes.

 

Con la vida después de la vida o en otros planos de existencia, es más de lo mismo. (Menuda se va a armar cuando tengamos contacto con extraterrestres y salgan a la luz el montón de patrañas religiosas, arqueológicas e históricas que nos han contado para tener a la humanidad sometida).

 

El “Jerez paranormal” está de moda, lo que antes se tomaba a risa, ya empieza a tenerse en consideración. Ya nadie duda la realidad del “Más allá”, o de la “Vida después de la muerte”, o que la existencia continua.

 

Cuentan que en Jerez de la Frontera, había una familia formada por un médico, la mujer de este y varios hijos, que compraron una casa palaciega a los Bohórquez, en la calle Pedro Alonso, cerca de las Angustias. “El matrimonio tenía una hija con síndrome de Down, la que al subir siempre las escaleras de su casa se topaba con un niño pequeño balanceándose en una mecedora. La niña les dijo a los padres que el chico jugaba con ella y que era muy simpático. El matrimonio decidió ir a visitar a los anteriores propietarios, los Bohórquez. Los antiguos propietarios comentaron que el niño que veía era un hermano mellizo, el mismo que gustaba balancearse en la mecedora y que había muerto de repente o causa no esperada.

 

La mujer del médico mandó ofrecer misas por el alma y paz del niño de la silla para que se fuera. Curiosamente una vez dichas las misas encargadas desapareció, no volvió a manifestarse en la escalera u otra parte de la casa para tranquilidad del matrimonio y sus hijos”.

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Eduardo Arboleda Ballén

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