En el centenario del nacimiento del poeta jerezano Juan Ruiz Peña su ciudad de acogida, Salamanca, le dedica una cumbre de escritores iberoamericanos, un retrato y una antología.
"Porque siempre entregada y nunca poseída / que la vida es muy larga y el deseo infinito / por eso escribo // (...) Porque he saboreado de la desilusión / la pulpa amarga, y aún soy iluso como un niño / por eso escribo..."
Estos días en los que tanto se habla de bustos y memoria histórica en Jerez, convendría no perder demasiado la cabeza. O recuperarla de cuando en cuando para superar la amnesia selectiva más allá de las hueras luchas partidistas. Tiene el poeta dedicada a su memoria una calle de esas por las que no transita nadie o casi nadie. O sea, tiene un tributo vago de un pueblo que suele recordar tuerto o de reojo. Este 2015 es el centenario de su nacimiento. Una efeméride que sí conmemoran donde no nació pero donde le arropan como a un hijo predilecto. Solo hay que remitirse a los datos: medio centenar de poetas de 18 países iberoamericanos acudirán al Teatro Liceo de Salamanca los próximos 7 y 8 de octubre a rendir homenaje a Juan Ruiz Peña y León Felipe, dentro de la XVIII Cumbre Iberoamericana de Poesía.
Felipe, tan español como latinoamericano; Ruiz Peña, tan jerezano como salmantino. En la ciudad castellanoleonesa fue donde impartió clases como catedrático de la Escuela Universitaria de Estudios Empresariales de Salamanca, pero fue en Jerez donde vio la luz un 25 de marzo de 1915, hace un siglo. Y fue en esta ciudad donde aprendió a amar la vida. Lo más importante que le sucedió luego. Él mismo lo dijo: "Me gusta haber nacido en Jerez de la Frontera –escribe en Historias del sur-. No solo porque Jerez es una ciudad hermosa, clara, toda cal y luz, con un ancho cielo azul, con palmeras en las plazas y naranjos en las calles, sino porque al ejemplo continuo de los hombres de mi tierra debo esta loca y ardiente pasión por la vida". Poco más se ha vuelto a saber por estos lares de Ruiz Peña desde que fuese homenajeado en 1992 por el Ayuntamiento y la Real Academia de San Dionisio. Tan infausto es el recuerdo de aquel tributo que de regreso a los campos de Castilla hizo parada en Sevilla para perecer a los 77 años.
En aquella campiña de principios del siglo pasado transcurrió su vida hasta alcanzar la mayoría de edad, y en esta tierra albariza realizó estudios de primaria y bachillerato. En 1932 se trasladó a Sevilla para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad, en cuyas aulas fue alumno de Jorge Guillén y comenzó su obra poética con el aliento de Juan Ramón Jiménez, según recogen las escuetas biografías que circulan por la red. En 1935 fundó junto a Luis F. Pérez Infante y Francisco Infantes Florido la revista Nueva Poesía, de la que salieron cuatro números antes de que fuera interrumpida por la Guerra Civil. En 1940 publicó en Cádiz su primer libro poético, Canto de los dos.
Las bromas macabras del destino pudieron hacer que Ruiz Peña muriese tras volver a Salamanca de un homenaje en Jerez
Tras una larga estancia en Burgos como catedrático en un Instituto y después de seguir acumulando publicaciones y colaboraciones en revistas culturales, Ruiz Peña se trasladó en 1963 a Salamanca, donde definitivamente se asentó. El obituario de El País de abril de 1992 hablaba de él como “una voz andaluza en Castilla”, quedando marcados sus versos por la “sobriedad castellana y la nostalgia de su tierra”. En la capital salmantina no solo prosiguió con su producción poética con libros como Nudo y Maduro para el sueño, sino que además fundó, con José Ledesma Criado, la revista Álamo, de la que fue director, y que reunió a su alrededor a un activo grupo poético. En 1974 seleccionó su obra poética con el título de Versos juntos, obteniendo un año después el Premio Nacional de Poesía Antonio Machado en 1975. Premio extraordinario impulsado por Gerardo Diego que le hizo gran ilusión al tratarse de su gran maestro. En 1983 publicó su testamento literario, Arco Iris.
Desde Jerez escribe un 7 de octubre de 1940 correspondencia a Jorge Guillén: “Cualquier tiempo pasado fue mejor, dijo el otro Jorge. Pero… aquellos días alegres sevillanos y aquella generación juvenil e impulsiva de ‘Nueva Poesía’. ¡Qué época más distinta! De aquellos jóvenes ya no queda nadie”. Su notable presencia aglutinadora en los poetas de posguerra dejó un legado que al menos a cientos de kilómetros de distancia de su tierra natal sí se ha sabido valorar y perpetuar. La Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes entiende que el homenaje a Ruiz Peña es un “acierto” y un “acto de justicia”.
Además de la ambiciosa cumbre poética en torno a su figura y a la de León Felipe, se encargó un retrato obra de Miguel Elías y se publicará una antología lírica, en una edición coordinada por sus hijos, que pretende “rescatar del olvido a un poeta destacable, cuyos versos dejan mayor impronta que otros muchos de autores supuestamente renombrados”. El pintor Eduardo Vicente dijo una vez que era el hombre "más humano" que había conocido. "Humilde y fuertemente imaginativo", agregaba gélido Verecundo Abisbal, el prosaico alter ego salmantino y meditabundo de aquel poeta jerezano que se apasionó por la vida bajo el sol abrasador del Sur. "Soñar es destino del andaluz en destierro", llegó a decir. Y muchos podrían jurar que lo clavó.
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