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La asociación de vecinos del centro histórico organiza junto a la peña flamenca La Buena Gente el primer 'Día del Centro Histórico'.

Desde la puerta de la peña la Buena Gente, en el edificio de la Nave del Aceite de plaza Belén, se admira en toda su inmensidad el enorme solar abandonado que antaño pudo albergar la Ciudad del Flamenco. Hoy, entre los matojos, las gatos corren tras suculentas ratas, algunas incluso más grandes que los propios felinos.

“Si me tocara la lotería no me iría de aquí. Me compraría el palacio ese, por ejemplo, pero yo me quedaba en mi barrio”, comenta, botellín de cerveza en mano, un vecino de intramuros en una tarde muy desapacible de domingo a consecuencia del temporal de viento y lluvia.

Ese mal tiempo, quizás, frenó las ganas de más de uno de acercarse hasta allí, donde la peña flamenca y la asociación de vecinos del centro histórico organizaba el primer Día del Centro Histórico, una convivencia, que además tuvo carácter benéfico a favor del Comedor del Salvador y Cáritas, que se irá repitiendo en el futuro y que busca la cohesión de las fuerzas vivas de intramuros, tanto vecinales, culturales, educativas como cofrades para que todas la sientan como suyo. “Lo importante es que los actores del barrio se den cuenta y les entre en la cabeza que son parte fundamental. Nos da igual fracasar 20 veces y triunfar a la 21, el caso es lograr el objetivo”, afirmaba al respecto el presidente del colectivo vecinal, Alejandro López, que anhela una pronta regeneración de la plaza Belén. Preguntado sobre el proyecto que plasma el Plan Director presentado recientemente, el dirigente vecinal asegura que “yo me conformo con que se habilite un espacio público sin grandes alardes que faciliten la permeabilidad de una zona a otra al barrio. Como si hay una explanada aquí con cuatro bancos. Lo importante es que una persona que viva en esta zona pueda cruzar de un lado a otro sin dar un rodeo”.

Nicolás Sosa, presidente de la Buena Gente, se congratuló de iniciativas como la llevada a cabo en la tarde del domingo, y apostó por unir fuerzas con la asociación vecinal a través de las diferentes actividades que unos y otros llevan a cabo a lo largo del año. “Es la unión de los colectivos y de la gente lo que tiene que transmitir esas ganas de reactivar el centro y la actividad del mismo. Desde aquí hago un llamamiento a que todo el mundo entienda que hay ganas, tanto en sus entidades como en sus habitantes, de que esto esté más vivo”.

El colectivo cofrade también estuvo presente en este primer Día del Centro Histórico, representado en la persona del presidente de la Unión de Hermandades, Pedro Pérez. En intramuros residen varias corporaciones penitenciales y Pérez recordó que gracias a la labor de conservación del patrimonio que llevan a cabo hoy se mantienen abiertos templos como San Mateo, Santa Rita o San Lucas. Igualmente destacó la vida que las hermandades dan al centro no sólo en Semana Santa, sino el resto del año. Se da la circunstancia además de que la sede de la Unión de Hermandades se encuentra actualmente en pleno corazón de intramuros, en la calle Curtidores, si bien mucho se ha hablado de su posible nuevo emplazamiento en el palacio Garvey, en el Mamelón, algo que hoy día no parece ya tan seguro. “Las condiciones con el Ayuntamiento han cambiado, cuando se hizo la votación para cambiar de sede había unas circunstancias y es lógico y legítimo que las hermandades tengan que manifestarse otra vez. Cuando conozcamos el alcance de todo esto las hermandades podrán decidir si mantienen esa decisión –de trasladarse- o se toma otra”.

Pero si de protagonistas hablamos, los más importantes fueron los propios vecinos del barrio que acudieron a La Buena Gente para comer, charlar y disfrutar del flamenco de la mano de Ana de los Reyes, Jesús Álvarez, Ali de la Tota y Joaquín Cepero, que ofrecieron un recital pasadas las cinco y media de la tarde.

Es el caso de Luis Javier Ramírez Vega. Nació en el barrio hace 39 años y allí sigue, en el palacio de Carrizosa. Luis Javier, albañil de profesión, afirma que “no me he enterado ni cuál es el proyecto” presentado recientemente por el Ayuntamiento, pero lo que tiene claro es que “yo lo que quiero es ver esto arreglado, que por lo menos los propietarios de las casas de los alrededores las arreglen por fuera, un lavado de cara, y que las tapien para que no se meta la gente”.

A Luis Javier le da “vergüenza” que los turistas vean el estado actual de la plaza Belén porque “se creerán que esto es como Irak o Afganistán”, y piensa que si el Ayuntamiento les facilitase los medios, los propios vecinos del barrio adecentarían las fachadas de los edificios que rodean la plaza.

“Esto es una pena que esté así. Antes en cualquier casa de vecinos de aquí había 20 familias, hoy está muerto”. 

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Jorge Miró

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