El Quiñones, un "campo de concentración" a la espera de su aulario

manifestacion_frente_al_campus_03
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Alumnos, padres y profesores del centro educativo de Caulina se manifiestan para reclamar la construcción del tan prometido edificio que llevan años esperando.

"El colegio, por fuera, parece un campo de concentración". Así de clara es Silvia López, profesora de Economía en el ciclo de Bachillerato del IES Fernando Quiñones. Su declaración, que repetirían varios compañeros suyos, no es para menos. Las aulas prefabricadas que alberga bien podrían pasar por los siniestros barracones de los nazis que tanto vemos en las películas de la Segunda Guerra Mundial. 

Padres, alumnos y profesores del instituto de Caulina salieron a la calle en la tarde de este miércoles para reclamar un aulario que la Junta lleva años anunciando que edificará pero que al final siempre se ha quedado en palabras.

La situación no es fácil. El centro, que alberga a cerca de 900 personas, entre alumnos y profesores, cuenta con seis aulas prefabricadas que impiden el normal desarrollo de las clases para alumnos de Bachillerato y FP. De hecho, hasta este pasado lunes, los cuatro cursos de primero de Bachillerato sólo han podido disfrutar de tres horas diarias de clases en lugar de las seis que les correspondían, horas que ya no podrán recuperar.

“Yo esto no lo había visto nunca. He estado dando clases en Granada, en Algeciras, y si sigo en el Quiñones es por la calidad humana que hay, no por las instalaciones”, señala Silvia López, que explica la incomodidad que entraña poder dar con normalidad una clase en las aulas prefabricadas. “En primavera hace calor, en invierno hace frío, cuando se hacen actividades grupales hay demasiado ruido y se molesta a las aulas contiguas… Esto es vergonzoso”.

María del Mar Hernández es profesora del ciclo de Cocina de la FP básica y otra de las afectadas por las aulas prefabricadas. “No podemos hacer ni las acometidas de luz ni podemos usar el material que nos mandó la Junta el año pasado”, critica la educadora, que cuenta con 70 alumnos repartidos en cuatro clases. La limitación de estas aulas prefabricadas hace que tenga que impartir la teoría en la biblioteca, que a su vez hace las veces de sala de usos múltiples ante la ausencia de esta dotación en el centro, por lo que “a veces nos encontramos con alumnos castigados, otros enfermos que esperan a sus madres a que los recojan…”.

Fabiola Rodríguez, madre de dos alumnas del centro, de 16 y 12 años, afirma que “nos prometieron hace cinco años que se iban a construir aulas nuevas, pero seguimos igual”. Por su parte, Rocío Carmona, también con dos hijas, en segundo de ESO y primero de Bachillerato, denuncia la falta de instalaciones como un laboratorio o un salón de actos, además del mencionado aulario.

Ampas de otros colegios también acudieron a apoyar la causa del Quiñones, caso del del IES Romero Vargas, que por otra parte también sufre carencias. En este caso, señala Rosa María Baños, faltan dos profesores de FP de la rama de electrónica. “Aquí estamos para apoyarnos los unos a los otros. Hoy por tí y mañana por mí”.

Dos horas después de partir desde el Campus de La Asunción, la marcha llegaba al Ayuntamiento, entre proclamas de “No más barracones para el Quiñones” y “menos políticos y más educación”. 

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Jorge Miró

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