aglomeraciones semana santa
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La Semana Santa concluye con varios aspectos negativos, como la incomodidad de una Carrera Oficial convertida en ratonera, el mal funcionamiento de los pasos de peatones y la incivilidad de algunos empeñados en molestar a la gran mayoría.

Miércoles Santo. Hermandad de las Tres Caídas encarando los primeros metros de la calle Larga. El paso de peatones situado delante del edificio del antiguo cine Maravillas se cierra cuando la Cruz de Guía está a punto de llegar a ese punto. Decenas de personas se han quedado sin poder cruzar ante la gran cantidad de gente que había esperado hacer lo mismo y también ante la dificultad de acceder porque a pocos metros otras tantas personas contemplan a la Virgen de La Amargura, que en ese momento se adentra en la calle Bizcocheros.

Es entonces cuando surge una pregunta dirigida al vigilante de seguridad municipal que lleva el control del paso de peatones. “¿Cuándo va a volverlo a abrir?” “Cuando pase la banda”, explica. La gente se queda mirando. “Mire usted, es que este Cristo no lleva banda”, le responden. “Pues entonces cuando llegue el cortejo de la virgen”. La gente vuelve a mirarse atónita. “¡Pero es que detrás del Cristo pueden venir mil o dos mil personas!”, le espetan. Surge el silencio del vigilante y un encogimiento de hombros, como explicando que eso es lo que hay. Efectivamente, pasaría el Señor de las Tres Caídas y no se abriría el paso de peatones a pesar de la marabunta que lo acompaña, para desesperación y queja de un público que ya se agolpaba en masa en el paso de peatones y que a su vez formaba un tapón difícil de controlar.

Pero para tapón el que se ha formado durante toda la semana en el paso de peatones más conflictivo de los instalados por el Ayuntamiento, el situado delante del Gallo Azul. El estar en plena Carrera Oficial, el gentío de los bares cercanos tanto en una acera como en otra, y la confluencia de la calle Algarve ha provocado cientos de quejas ya que en ocasiones se hacía casi imposible escapar de la zona ante la gente acumulada.

A veces la torpeza, otras el desconocimiento de las propias hermandades y el número de sus nazarenos o acompañantes, el tener que seguir a rajatabla las indicaciones de sus superiores e incluso la prepotencia de alguno de estos vigilantes de seguridad ha provocado el enojo de miles de personas por su actitud y por el funcionamiento de los pasos de peatones y de otras vías de escape en otros puntos de la Carrera Oficial. Porque, de hecho, es también del todo inconcebible que, sin ninguna cofradía transitando todavía por lugares tan masificados como la plaza de La Asunción, se le prohibiera al público el acceso a la calle Letrados, lo que convertía el recorrido común de las hermandades en una ratonera de la que era complicado salir sin dar un monumental rodeo.

Y es que la sensación que da esta Carrera Oficial con comienzo en Aladro es que es muchísimo más incómoda, no por impedir la visión de las hermandades desde detrás de los palcos, sino porque impide al público poder moverse con agilidad. Si antes, con el inicio en Cristina, Aladro servía precisamente como escape a través de Eguiluz, Santo Domingo o Zaragoza, ahora estas vías, o están acotadas por más vallas o son lugares de tránsito de las hermandades que llegaban a la Carrera Oficial, lo que aumentaba la sensación de caos y de agobio.

Carritos, carros y suciedad

Pero no sólo la incomodidad de la Carrera Oficial y los pasos de peatones han sido las notas negativas en esta Semana Santa recién concluida. La incivilidad, que desgraciadamente parece que cada día va a más, hace que se hayan vivido situaciones desagradables, como la paliza que un niñato le propinó a un anciano en la calle José Luis Díez el pasado Lunes Santo ante el paso del Cristo de La Viga tras formarse otro tapón de público en esa zona. Tuvo que ser un agente, que en ese momento se encontraba acompañando al crucificado, el que impidiera que la paliza fuera a más y detener al agresor. Otras peleas, en plaza de la Yerba o calle Larga, ésta con cuatro detenidos, han sido otras notas negativas y que desde el Consistorio parece que no han tenido excesiva importancia, toda vez que desde la delegación de Seguridad se congratulaban a mitad de esta pasada semana en destacar la ausencia de incidentes durante la Semana Santa.

Pero esta incivilidad no sólo son peleas, sino actitudes de personas que no parecen darse cuenta de dónde están y el problema que originan. Y en este sentido, volvemos con los carritos de bebés y de los padres que quieren meterlos hasta la mismísima calle Larga, en plena bulla, en lugar de llevarlos por espacios abiertos. El que no quiera entenderlo y vea en esta crítica algo más que sentido común es su problema, porque ya no es sólo la incomodidad para los viandantes, sino la seguridad para el propio bebé.

Incívico -y peligroso- es también que se acumulen hasta siete carritos de chucherías en apenas 50 metros cuadrados. Está claro que las abusivas tasas del Ayuntamiento para con estas personas que necesitan ganarse la vida les haga acudir en masa hasta cualquier punto donde esté transitando una cofradía con tal de llevarse un euro al bolsillo, pero no es menos cierto que cualquier día puede ocurrir una desgracia si no se controla esto.

E incívico es también el comportamiento del público y sobre todo de los usuarios de los palcos –que se presuponen adultos-, que convierten las calles del centro en un estercolero gigante.

Por lo demás, buen tiempo y altas temperaturas durante las horas centrales del día, que han ocasionado más de un golpe de calor, tanto entre los nazarenos, costaleros y músicos como incluso entre el público que contemplaba los desfiles procesionales.

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Jorge Miró

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