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La administración niega la adaptación curricular a un joven autista de 18 años que quiere realizar estudios de grado medio en la Escuela de Arte. Este apoyo sí se contempla en Primaria y Secundaria, pero no en estudios postobligatorios.

La de Álvaro Romero es otra historia más de superación, de esas que hacen falta publicar más a menudo. El joven, de 18 años, es autista, pero eso no le ha impedido tener un don para dibujar y diseñar cualquier tipo de mapa y maqueta. Hasta en la playa la gente se queda sorprendida viendo su capacidad para construir pequeñas ciudades a escala hechas de arena.

Álvaro finalizó el año pasado la Secundaria “con buenas notas. Es responsable y se esfuerza”, explica su madre, Juana Barba, sin cegarle la pasión. “Le puedes preguntar a cualquier profesor”, cuenta orgullosa. Ahora, tras acabar la enseñanza obligatoria, Álvaro quiere seguir estudiando. Debido a su capacidad para las manualidades, su orientadora le recomendó que estudiara alguna actividad artística, de ahí que decidiera matricularse en la Escuela de Arte. Pero ahora, tanto él como sus padres se han encontrado con un problema. La administración no contempla una adaptación curricular en estudios post obligatorios.

Para entender esto, hay que explicar que debido a su trastorno, Álvaro ha contado con un apoyo durante la Primaria y la Secundaria, lo que se viene a llamar adaptación curricular, esto es, un tipo de estrategia educativa dirigida a aquellos estudiantes con necesidades educativas especiales.

Esta traba, incomprensible para sus padres, le ha impedido matricularse en Ebanistería, estudios que veía más compatible con sus gustos y habilidades. Sin embargo, desde el centro le hicieron ver la peligrosidad que conlleva trabajar con grandes máquinas que, al menor despiste, pueden cortarle una mano. “Ebanistería es el taller más peligroso hasta para mí”, afirma Neftalí Pérez, director de la Escuela de Arte, el primero que lamenta que Álvaro no pueda contar con un apoyo que le facilite desarrollar su talento. “Estamos atados de pies y manos. No hay una legislación que regule esto, y si los políticos no hacen la norma, nosotros no podemos hacer nada, no podemos saltarnos la ley”.

Es más, explica el director de la Escuela de Arte que han tenido el mismo problema con un alumno ciego que, debido a este problema, no podrá promocionar nunca. “Fue algo frustrante, tanto para él como para el jefe de estudios, que elaboró un completo informe que no se tuvo en cuenta para que le facilitaran la adaptación curricular”. Paradójicamente, señala que la administración sí contempla esta adaptación para personas sordomudas.

Juana cree que con una persona de apoyo a su lado, Álvaro podría estudiar Ebanistería ya que “es una persona muy cuidadosa”, pero entiende perfectamente la postura de la Escuela de Arte de no querer arriesgarse a que pueda tener algún accidente. Por eso, finalmente Álvaro se ha matriculado en Vaciado y Modelado, una actividad más manual y para nada peligrosa. “Al principio le va a costar más trabajo del que tendría con adaptación, pero seguro que lo saca adelante”, dice Juana, que así y todo sigue sin entender el "desamparo" al que se enfrenta tanto su hijo como los demás jóvenes que se encuentren en su misma situación.

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Jorge Miró

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