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En plena calle, haga frío o calor, dos jóvenes arreglan viejos palés para sacar algo de dinero. Llevar en paro varios años obliga a buscarse la vida como sea:  “Un día toca coger chatarra que nos encontramos, otro día nos ponemos con los palés...” Entre pagar los clavos que utilizan y el gasoil para transportar el material, ganan menos de 20 euros diarios.

El sol aprieta con fuerza. Es mediodía y en plena calle Jorge Manrique, la que va desde Ronda Muleros hasta el parque de La Hoyanca, se escucha el ruido de una serradora mecánica y un martilleo casi constante. Este sonido se repite casi todas las mañanas. La acera está llena de palés, amontonados unos encima de otros. Puede haber en torno a un centenar y dentro de esa marabunta de madera y clavos hay dos jóvenes, que han visto en el arreglo de viejos palés una forma de llevar algunos euros a sus casas. No muchos, entre 10 y 15 al día. Hay que repartir lo que se gana entre los dos y pagar el gasoil de la furgoneta y los clavos.

Desde muy temprano se ponen en marcha. En torno a las siete de la mañana ya están recorriéndose los polígonos industriales de la ciudad. En ellos recogen todos los palés que pueden para llevarlos a su “zona de trabajo”. Unas dos horas diarias dedican a rastrear los contenedores y las naves donde saben que pueden encontrar material. Luego, comienza la rutina. Una vez descargan los palés en la amplia acera que ocupan todas las mañanas, empieza la dura tarea. De cada cuatro palés, uno se dedica para arreglar los demás. Con unas tenazas se quitan los clavos para reutilizar los trozos de madera. “Los que vienen muy destrozados los desmontamos enteros”, cuenta uno de los jóvenes, que no da su nombre.

Con el sonido de la radio de fondo, que se entremezcla con el del martillo y la sierra, cuenta que podría arreglar entre unos 150 y 200 palés si estuviera trabajando todo el día. “Depende de cómo vengan, porque a lo mejor hay algunos a los que solo hay que ponerles media tabla y otro que hay que rehacerlos casi enteros”. Normalmente están hasta la hora del almuerzo. Entonces cargan en la furgoneta los palés arreglados y los llevan para venderlos. Ahí se cierra el círculo. Otros 10 euros al bolsillo y a reponer fuerzas para el día siguiente.

Llevar tres años en paro es lo que tiene, que hay que agarrarse a lo que sea. El joven que atiende a lavozdelsur.es cuenta que lleva unos seis meses “trabajando” arreglando estos palés. Hace mucho que dejó de tener otros ingresos. Ni subsidio le queda, claro. “Si lo tuviera no me iba a estar matando aquí por una miseria, mira cómo tengo las manos, destrozadas”, dice enseñándolas. Lo que saca aquí es el único dinero que entra en su casa. No tiene hijos. “Menos mal” exclama, consciente de que con su situación actual le costaría mucho sacarlos adelante. “A este lo tengo medio recogido”, dice señalando al joven que lo acompaña: “Viene a echarme una mano porque ahora está de vacaciones”.

“Nos buscamos la vida, un día toca coger chatarra que nos encontramos, otro día nos ponemos con los palés...”, cuenta el mayor de los jóvenes. A lo que hacen lo llama “reciclaje”. “La gente lo tira y nosotros lo arreglamos y le damos una utilidad”, cuenta explicando su labor. Antes ha sido guarda en una obra, peón de albañil, jardinero... "Lo que me fuera saliendo". "Voy a terminar esto para llevarlo después de comer", dice dándose prisa, ya que le quedan muchos palés por arreglar y el tiempo se le echa encima. Cuando terminan dejan la acera despejada. "La calle tiene que mantenerse limpia", dice.

Llega la hora de comer. Con los palés "nuevos" apilados listos para ser vendidos termina la jornada laboral de estos jóvenes. Por decir algo. A la mañana siguiente volverá a sonar el despertador que los devuelva a la rutina. A la de trabajar unas siete u ocho horas diarias en plena calle para ganar unos 10 euros. Bueno, si hay suerte, hasta quince.

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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