Miembros del colectivo de Valcárcel Recuperado acceden al edificio para recoger el material que se quedó en su interior cuando fueron desalojados una mañana de enero de 2012.

De 12:00 a 14:00 y de 17:00 a 22:00, los martes y los jueves. Ese era el horario de una de las salas de estudio que el colectivo Valcárcel Recuperado habilitó en las viejas aulas del colegio Valcárcel cerrado durante diez años a la espera de que la empresa propietaria se decidiera a hacer un hotel. Todavía hoy, casi seis años después de esa okupación, una vieja pizarra recuerda que volvió a haber vida y que la Casa Grande, como también la llamaron, se abrió para el pueblo. 

Aquel viernes de esa última semana había un comedor popular a partir de las 14.00 horas, un día antes un concierto, una proyección y homenaje al cuartero de Rota y, como cada semana, biblioteca, martes y jueves. Hasta 3.000 libros de donaciones particulares perfectamente catalogados quedaron abandonados desde aquel 11 de enero de 2012 cuando los miembros del colectivo fueron desalojados y Valcárcel perdió de nuevo otra oportunidad de seguir vivo. Devuelto a la Diputación de Cádiz y aprobada la cesión a la Universidad de Cádiz para ubicar allí la Facultad de Ciencias de la Educación, la institución provincial les ha permitido volver a entrar para recoger sus pertenencias.

Dos días en los que se han agolpado multitud de sentimientos: “Me dio un bajonazo. Todas las veces que he soñado con volver a entrar y cuando vi cómo estaba todo me entró mucha tristeza”. Quien habla es Vanessa, miembro activo del colectivo. “Estaba muy emocionada por este momento pero me quedé bloqueada durante unos minutos: estaba todo muchísimo peor que cuando entramos la primera vez. Allí hay un grave problema con las palomas y estaba todo lleno de excrementos”. El estado en general es bastante penoso, además de que les falta mucho material: todo el de mantenimiento, material de oficina, del gimnasio, del taller de bicicletas y enseres personales.

Pero por unos momentos,  Vanessa retrocede en el tiempo y se le iluminan los ojos cuando rememora todo aquel trabajo de recuperación del edificio y de autogestión para hacer de Valcárcel un centro socio-cultural para el pueblo: “Fueron meses durísimos. Nos llevábamos todo el día allí limpiando, haciendo cosas pero nosotros teníamos claro cuál era el sentido: recuperarlo para el pueblo. Por eso, dejamos claro que allí no se dormía, no se podía fumar, que los espacios eran de todos y nadie tenía su cortijo…para eso, hace falta mucha organización y que no se te escape de las manos. Yo digo que Valcárcel fue un máster de autogestión”.

Talleres de guitarra flamenca, de deportes de base, ajedrez, serigrafía, saxo, flauta, yoga o de albañilería, asambleas, ensayos de chirigotas infantiles, actos culturales, conciertos, fueron algunas de las actividades que durante casi siete meses acogió el antiguo colegio. Vanessa recuerda con especial cariño la biblioteca Fernando Quiñones, como bautizaron.  "Estábamos a punto de comprar un lector de códigos de barra los libros”. “Mira…la biblioteca de los pequeños…pintamos las paredes de colores”, recuerda mientras enseña unas fotos de su teléfono móvil.

“En ese edificio han estudiado muchos gaditanos y allí vivimos muchas cosas. Fue una experiencia personal y política increíble, aprendimos de forma rápida a tomar decisiones de manera asamblearia y organizada”. Porque allí todo, conciertos, cesiones de espacio, “todo pasaba por asamblea”. Vanessa recuerda cómo “nos vinieron peticiones para celebrar allí cumpleaños infantiles. Fue un tema difícil porque eso significaba que estábamos implantando la iniciativa en el barrio pero teníamos que tener cuidado para mantener el carácter público”. La cuestión, como tantas otras, se quedó en suspenso. Como el aula de Ciencias Sociales o la Universidad Popular, de la que Vanessa habla con nostalgia. A este proyecto estuvo muy unido el sindicalista Agustín Acosta, que falleció hace unos años.

Él también fue uno de los imputados por la okupación de Valcárcel y del que finalmente fueron absueltos por la Audiencia Provincial de Cádiz. “Han sido años muy duros; cuando nos desalojaron no pudimos ni recoger nuestras cosas y nuestros compañeros han sufrido una persecución judicial y mediática”. Por eso, el fallo de la Audiencia es como una victoria moral: “Vino a decir que era legítimo lo que habíamos hecho y que  nosotros mejoramos el edificio”.

Su okupación fue sonada en el resto del territorio español y “nos llamaron de León para que le contáramos cómo gestionábamos un edificio tan grande”. También despertó la curiosidad de los turistas. “Yo misma, enseñaba el edificio y los turistas no podían creer cómo había sido abandonado”. El colectivo aún no ha valorado los nuevos planes para Valcárcel pero sí hay un reproche a las administraciones: “¿Ahora van a hacer algo? Entre los diez años que llevaba cerrado y los casi seis que han pasado desde que nos desalojaron, Valcárcel lleva dieciséis años abandonado”. “Nosotros lo teníamos cuidado” dice mientras que entre sus fotos aparece una del libro de visitas que tenían en la puerta: “La semilla está sembrada, que la primavera decida”.

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Vanessa Perondi

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