Cómo repoblar el centro (IV): el derecho a la ciudad

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Si abrazamos el derecho a la ciudad, la gentrificación y sus derivados no se produciría jamás.

Andamos en Jerez un tanto faltos de conceptos importantes, términos que se vienen empleando e implantando en las ciudades españolas y europeas desde hace décadas. Como todo en la vida, y el lenguaje en ningún caso es ajeno a ella, algunos expresan cosas positivas y otros lo contrario. Hemos visto como en Jerez, durante los últimos meses, se han ido introduciendo algunos, como “gentrificación”, “turistificación” o “turismofobia” (ya escribí en su día que éste era un término inventado por el propio lobby para acentuar cierto victimismo y culpabilizar al residente de los problemas que el propio lobby se ha encargado de alimentar durante años con la connivencia de las autoridades políticas), pero al ser algo que aún se percibe como lejano y no se acierta a vislumbrar con claridad sus efectos aquí, no se suelen emplear demasiado, aunque ello en ningún caso signifique que, por difuso, no estemos inmersos ya en esos procesos que en otras ciudades muestran ya su peor cara y sus nefastos efectos.

El “derecho a la ciudad” no es un concepto nuevo y muy posiblemente sea el más importante de todos los que se refieren al modelo de ciudad de cuantos podamos oír, ver o leer, incluido los tres que he nombrado antes, porque su aplicación impide el desarrollo de los anteriores. Y es tan importante porque muestra al ciudadano el camino para recuperar el control de su ciudad y poder cambiar la realidad de la misma según la necesidad del habitante, cuando actualmente todo se diseña para agradar al visitante o para favorecer al sector privado, lo cual se refleja en procesos como la pérdida, por privatización a cambio de nada, del espacio público o la caída en manos de fondos de inversión del parque residencial de la propia ciudad. Dicho de una manera más clara: si abrazamos el derecho a la ciudad, la gentrificación y sus derivados no se produciría jamás.

"Todo se deja al negocio, a adecentar zonas con el propósito de que el turista se lleve la mejor impresión posible de la ciudad, pero nunca para satisfacer las necesidades de la población que la habita"

Este empoderamiento del habitante, que el francés Henri Lefebvre utilizó como título de su libro a finales de los sesenta del siglo pasado, no significa sólo que el ciudadano recupere el control de su propio entorno, sino que muestra claramente, y eso puede explicar por qué en Jerez no se ha usado en los cincuenta años de existencia del término y hoy día se hará todo lo posible para que su conocimiento no se extienda, de dónde viene el interés por lo contrario. Todo obedece al modelo productivo y económico que haya adoptado una determinada sociedad. En el caso de Lefebvre, se criticaba que el capitalismo había transformado los centros de las ciudades en lugares de negocio, no sin antes haber expulsado a la población que antes habitaba esas zonas, lo que curiosamente constituye el primer paso del proceso de gentrificación. Es lo que hoy conocemos como modelo anglosajón y que algunos partidos ya han adoptado como propio para sus ciudades, como es el caso de Málaga, donde el grupo Ciudadanos ha llevado a pleno la propuesta de que su centro histórico deje de ser considerado como zona residencial en el plan general. Por suerte aún queda algo de cordura y todos los grupos en bloque rechazaron la propuesta.

"Si abrazamos el derecho a la ciudad, la gentrificación y sus derivados no se produciría jamás"

El modelo productivo, los intereses del sector privado o los horribles planes de extensión urbanística que ha sufrido (y sufre, y lo que queda) nuestra ciudad han aletargado al propio ciudadano, que ni siquiera percibe el espacio público como algo suyo, objeto de la defensa más férrea. Todo se deja al negocio, a adecentar zonas con el propósito de que el turista se lleve la mejor impresión posible de la ciudad, pero nunca para satisfacer las necesidades de la población que la habita. O lo que es lo mismo: ahora que tanto se habla del término “ciudad amable”, el derecho a la ciudad defiende que esa amabilidad se muestre al visitante, faltaría más, pero también que el residente, que es el que mantiene los servicios de la propia ciudad al fin y al cabo y cuya disminución en número tendría efectos devastadores en la aplicación de dichos servicios, se lleve parte o mucho de esa amabilidad. Al menos que se respete su derecho a ser oído cuando el objeto de debate es su entorno más cercano. Es lo mínimo que debería despacharse.

Sería bueno extender el concepto y darlo a conocer. Siguiendo con Málaga, el derecho a la ciudad es algo que allí ya hay que recuperar, porque incluso ya se le intenta despojar a su centro histórico de su carácter residencial. Aquí, en Jerez, lo tenemos todavía en nuestra mano. Sólo tenemos que despertar, actuar y recuperar lo que es nuestro: la ciudad, el derecho a disfrutarla y a poder decidir sobre ella en todo momento.

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Jorge Miró

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