14971614w
14971614w

Sobre las 11:55 horas de este jueves, bajaba Susana Díaz por las escaleras de mármol situadas justo enfrente de la puerta de entrada al salón de plenos del Parlamento de Andalucía. Impertérrita. Impasible. Impávida. Como si la cosa no fuera con ella. Como si oyera llover.

Con su habitual desparpajo, hacía su tradicional desfile de cámaras y micrófonos camino del escaño, sin pararse. Como si fuera una modelo en el desfile de presentación de la nueva temporada de invierno. A pocos metros le esperaba la primera parte de una derrota que será en dos tiempos y que los socialistas todavía ni se lo creen.

“Ningún pacto de la vergüenza con la extrema derecha va a hacer que los andaluces renuncien a lo que dignamente consiguieron aquel 28 de Febrero”, dijo Díaz, como si la cosa no fuera con ella, como si oyera llover, como si se le hubiera rayado el disco que puso en el tocadiscos la noche del 2 de diciembre tras conocer que las derechas, contra todo pronóstico, sumaban junto con la extrema derecha.

Un día después de atizar con la aplicación del 155 contra Cataluña, de fortalecer el marco de pensamiento de la derecha y de la ultraderecha, que juró por España para evitar hacerlo por el Estatuto de Autonomía para Andalucía, Díaz se ha convertido en más autonomista que nadie. Un día relato de izquierdas, otro de derechas. Como siempre.

Antes de que Susana Díaz bajara las escaleras que separan las oficinas del grupo parlamentario socialista del hemiciclo, empezaron a llegar a la cafetería del Parlamento sus consejeros y diputados rasos con cara de funeral. Lina Gálvez, consejera de Conocimiento, llegaba al Hospital de las Cinco Llagas con evidente desconsuelo. “Al mal tiempo, mucha lucha”, decía Rosa Aguilar, a la que le costó sonreír durante todo el pleno en el que se puso de manifiesto que el PSOE ha perdido el poder en beneficio de las derechas.

A la consejera de Educación, Sonia Gaya, que se marcha con varios conflictos importantes con los colectivos de defensa de la educación pública, casi le costaba levantar el mentón. Por no hablar de Mario Jiménez, portavoz del grupo parlamentario socialista y otrora presidente de la gestora que derribó a Pedro Sánchez para darle el Gobierno de España a Mariano Rajoy.

Verónica Pérez, la ‘máxima autoridad’ y persona de confianza de Susana Díaz, lo decía todo sin hablar desde el escaño donde habitualmente la bancada socialista ha ninguneado a sus adversarios cuando se creían imbatibles y “el partido que más se parece a Andalucía”. Hace tres meses, sin ir más lejos.

Por primera vez en mucho tiempo, los socialistas parecían terrícolas, gente normal, humanos, seres sintientes y dignos de piedad. Lo bueno de la democracia es que tiene la capacidad de subir a los políticos a los cielos y bajarlos a los infiernos sin avisarles, neutralizando la soberbia y obligando a tomar tierra a quienes durante mucho tiempo se olvidaron de que eran de este mundo lleno de mortales.

Acercamiento a Adelante Andalucía

En su epílogo, hasta tuvieron un gesto de acercamiento a Adelante Andalucía, votando a la candidata de la izquierda andalucista, Inmaculada Nieto, y renunciando a presentar a un candidato socialista para presidir la Mesa del Parlamento. Bien es cierto que ha sido por pura estrategia, para visibilizar el pacto de PP y Ciudadanos con la extrema derecha de VOX, pero nunca antes el PSOE de Susana Díaz ha hecho un intento de acercamiento a Podemos o a Izquierda Unida.

Terminado el pleno, con la diputada de Ciudadanos Marta Bosquet sentada en la Presidencia del Parlamento de Andalucía, donde ha estado sentado esta última legislatura el cordobés Juan Pablo Durán, fiel susanista y hombre todopoderoso que controla al milímetro los designios e intereses socialistas de la provincia cordobesa, Susana Díaz y los suyos han abandonado el Parlamento de Andalucía con el mismo gesto que antes de sentarse en el escaño, donde han sufrido la derrota que anticipa el gran desastre socialista de imprevisibles consecuencias: la pérdida del Gobierno andaluz por primera vez en 36 años.

Impertérritos. Impasibles. Impávidos. Desfilaban por el patio del Parlamento como invitados de piedra a la que ha sido su casa, sin miedo a perderla, hasta hace dos días. A más de uno seguro que le ha pasado por la cabeza esos tiempos donde se permitieron el lujo de ningunear a Izquierda Unida cuando en 2012 permitió que José Antonio Griñán fuese presidente. A pesar de que Javier Arenas ganó las elecciones, mientras el PSOE sufrió su primer varapalo electoral que fue amortiguado por la coalición de izquierdas, entonces liderada por Diego Valderas.

Seguro que más de uno se ha acordado también de aquella noche electoral de 2015 en la que, tras la irrupción de Podemos, con 15 diputados, Susana Díaz celebró que “hemos frenado al populismo” y se echó en los brazos de los nueve escaños de Ciudadanos, en lugar de entender que Podemos venía a oxigenar el espacio de la izquierda como VOX ha venido a darle aire a una derecha que ha entendido desde el minuto cero cuál es su objetivo y con quién tiene que pactar para defender a los ricos, a su gente.

El 16 de enero, fecha más que probable de la convocatoria del pleno de investidura que enviará al PSOE a la oposición, tendrá lugar el segundo capítulo de la caída del pujolismo andaluz, que abre una etapa incierta para Susana Díaz, la mujer a la que sólo le gustaba “ganar, ganar y ganar” y que pasará a la historia por perder el feudo histórico de los socialistas españoles.

Sobre el autor:

Raúl Solís

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

...saber más sobre el autor

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído